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De la exposición temprana a la pornografía a la violencia en las redes sociales: cómo poner límites en el uso de las pantallas

“Hay chicos de siete años que ya tuvieron contacto con contenido pornográfico y no pueden procesar lo que ven”, advierte, sin eufemismos, el psicólogo y especialista en vínculos, Alejandro ...

De la exposición temprana a la pornografía a la violencia en las redes sociales: cómo poner límites en el uso de las pantallas

“Hay chicos de siete años que ya tuvieron contacto con contenido pornográfico y no pueden procesar lo que ven”, advierte, sin eufemismos, el psicólogo y especialista en vínculos, Alejandro ...

“Hay chicos de siete años que ya tuvieron contacto con contenido pornográfico y no pueden procesar lo que ven”, advierte, sin eufemismos, el psicólogo y especialista en vínculos, Alejandro Schujman. “No podemos darle a un niño o una niña cuestiones que no puedan gestionar si implican riesgo físico o psíquico. Y la hipererotización temprana conlleva riesgos enormes”, agrega.

Su diagnóstico es tan crudo como necesario: en las pantallas, los chicos están accediendo a estímulos para los que no están preparados, muchas veces sin la presencia de un adulto que los ayude a poner en palabras lo que sienten o a distinguir qué los afecta.

En la misma línea, la psicóloga Maritchu Seitún, especialista en orientación a padres, refuerza la idea: “Los chicos procesan repitiendo. Si ven algo que los desborda, lo van a volver a mirar, a mostrar, a compartir. No están preparados para procesarlo.”

Por su parte, el filósofo y teólogo Juan Pablo Berra, fundador de la Escuela de Creadores, completa la escena desde otro ángulo: para tender el puente y acompañar a los niños, niñas y adolescentes en un uso seguro y responsable de las pantallas, lo primero que hay que trabajar es la comunicación.

“Hay una frase que una vez me dijo una de mis hijas que me acomodó: ‘Mirame, escuchame con los ojos’. La comunicación profunda empieza cuando el otro siente que, en ese instante, es lo más importante”, subraya Berra.

Los tres especialistas participan del evento Atrapados en las redes. Cómo convertirnos en los principales referentes que los chicos necesitan, la segunda edición del encuentro virtual y gratuito organizado por Fundación LA NACION, con el apoyo de Unicef Argentina.

El encuentro fue transmitido en vivo por lanacion.com.ar y el canal de YouTube de LA NACION, y los especialistas buscaron responder algunas de las preguntas que hoy más inquietan a las familias: ¿cómo poner límites claros sin caer en el autoritarismo ni en la permisividad? ¿Qué hacer cuando los chicos pasan demasiado tiempo frente a las pantallas? ¿Cómo mejorar la comunicación con los hijos y generar vínculos de confianza? ¿Y de qué manera acompañarlos frente a los nuevos desafíos que plantean las redes sociales y la inteligencia artificial?

Volvé a mirar el evento haciendo click acá

“El borde cuida, el borde protege”

Para Maritchu, “no es lo mismo mirar que estar”. Estar es supervisar, acompañar, poner un marco. Mirar es apenas rozar la superficie. “El cerebro va madurando, y la pornografía no puede llegar antes de la adolescencia tardía. En la infancia los chicos quedan estupefactos; lo que no pueden procesar lo repiten”, explica, sobre uno de los riesgos asociados al uso temprano y sin acompañamiento de las pantallas.

Y agrega un dato incómodo pero realista: muchas veces no cuentan lo que vieron, “porque una parte de su cerebro sabe que no está bien”.

Las Pantallas Son Muy Adictivas ; Maritchu Seitún, Psicóloga Especializada En Orientación A Padres

Para poder acompañarlos, la palabra mágica, para Maritchu, es límites. El “no”, dice, organiza: “Nos cuesta que nuestros hijos se enojen con nosotros y, por evitar ese enojo, desconectamos el módem o inventamos excusas. El límite hay que explicarlo y sostenerlo: ‘Esto es bueno para vos y esto no’. Enojate tranquilo; yo banco tu enojo.”

También interpela a los adultos: ¿por qué damos contraseñas y teléfonos tan temprano? “Para que no sufran, para que no nos molesten, porque estamos atrapados por nuestras propias pantallas. Pero la primera infancia necesita cuerpo presente y límites emitidos por los adultos. Los chicos son nativos vinculares, no nativos digitales: la conexión que construye el cerebro se hace con otro, no con la pantalla”, reflexiona.

La psicóloga da algunas claves para acompañar en las distintas etapas:

Primera infancia

El límite viene de afuera: todavía no hay conciencia moral para autorregularse.Nada de contraseñas compartidas y necesidad de rutinas previsibles (horarios, lugares sin pantallas, por ejemplo la mesa o la cama).El adulto es el modelo: si el celular distrae al adulto, también distrae al niño; lo que se transmite es la conducta, no el discurso.

Primaria

Los adultos funcionan como “auxiliares”: acompañan las elecciones y marcan los bordes cuando algo no es adecuado.Reglas explícitas: “A tal hora se apaga la play o la tele y se corta.”Usar alarmas o recordatorios externos ayuda a que el corte no se viva como castigo: la alarma es la que “avisa” que se terminó el tiempo, no el adulto que interrumpe de manera abrupta.

Secundaria

Coherencia: “No puedo pedir que deje el celular antes de dormir si yo no lo hago.” Por ejemplo, dejar el teléfono cargando fuera del cuarto (en la cocina o el baño) y sostener ese hábito como familia.Explicar el porqué de los límites para que empiecen a transformarse en criterio interno.

Adolescencia tardía / pos

Promover la autonomía con brújula: enseñar a “mirar hacia adentro” y preguntarse si lo que consumen o publican los representa.Mantener acuerdos sobre tiempos y espacios de pantalla, y cumplir las consecuencias si no se respetan.

“Tenemos que volver a criar en tribu”, insiste Maritchu. Y sigue: “Armar acuerdos entre padres y madres, compartir información sobre contenidos que no convienen, consensuar reglas básicas para cumpleaños, pernoctadas u horarios. No se trata de demonizar al que piensa distinto, sino de apoyarse en quienes comparten una mirada: ‘Va a jugar, pero no se queda a dormir’, por ejemplo.”

Esa alianza adulta, agrega, descomprime la presión del “todos lo tienen” y ayuda a sostener límites sin culpa.

La dictadura del “like”

Schujman describe la escena con una metáfora potente: “En un extremo del subibaja está el hipopótamo —la industria que invierte fortunas para que todo sea adictivo— y del otro, dos hormiguitas: nosotros, los adultos. Parece desparejo, pero somos factor de protección”.

Ese factor, resume, tiene tres patas: amor propio, límites y vínculo. “Los tiempos cambiaron, pero la esencia es la misma: un adolescente de hoy necesita lo mismo que hace cincuenta años. Necesita amor propio, umbral de frustración y adultos que puedan decir que no”, explica.

Los Likes Son La Validación Del Afuera ; Alejandro Schujman, Especialista En Vínculos

Y advierte sobre la velocidad a la que crecen los chicos: “Los chicos van muy rápido en cosas en las que tendrían que ir lentos”, advierte Schujman. “Viven una sexualidad muy temprana al ritmo de las hormonas, pero lejos de las emociones. Esa combinación —la satisfacción inmediata sin elaboración— los deja sin herramientas para procesar lo que viven”.

Chicos y pornografía: una guía para saber cómo prevenir y dónde buscar ayuda

En su mirada, la educación emocional empieza en casa: “Los chicos aprenden lo que viven, no lo que escuchan. No nos escuchan tanto como creemos, pero nos miran todo el tiempo. Si en casa gritamos, mentimos o estamos siempre con el teléfono en la mano, ese es el mensaje”.

Sobre la búsqueda constante de aprobación, Schujman alerta: “Los likes representan la validación del afuera. Educamos en una falsa antinomia entre éxito y fracaso, y eso genera chicos que viven comparándose todo el tiempo. Pero, aunque parezca que no, la mirada adulta sigue siendo la más importante: a los chicos les importa no decepcionarnos.”

Por eso propone equilibrar la balanza: “El 90% de lo que les decimos a nuestros hijos tiene que ver con lo que no hacen o con lo que deberían hacer”, señala Schujman. “Por eso necesitamos equilibrar la balanza: menos reto y más reconocimiento. A los chicos les importa nuestra mirada, y cuando los valoramos por lo que sí hacen, la autoestima se fortalece en algo más profundo que la aprobación del afuera.”

El límite que cuida (y no grita)

“El límite a veces tiene mala prensa”, plantea Schujman. “Muchos padres, queriendo alejarse de la chancleta como recurso pedagógico, se fueron al otro extremo: el de la permisividad amorosa. Pero el límite no es castigo ni penitencia, es cuidado y marco. No hace falta gritar: el grito es la impotencia del adulto. El humor y el amor educan mucho mejor.”

Para ayudar a los chicos, el especialista sugiere trabajar en estos puntos:

Amor propio: reforzar lo que logran bien, ayudarlos a valorarse por lo que son y no por lo que muestran. Enseñarles a decir “no” aunque eso implique quedar afuera, y a elegir entornos que los hagan sentir bien.Límites: marcar las líneas rojas —lo que pone en riesgo su cuerpo, su salud mental o su integridad— y sostenerlas sin culpa.Coherencia: predicar con el ejemplo. No mentir, no gritar, respetar los propios tiempos de descanso y desconexión.Diálogo confiable: habilitar temas difíciles, como sexualidad o violencia digital, sin tabúes ni escándalos. Y si algo desborda, pedir orientación profesional. “Los padres no tenemos que saber todo, pero sí estar disponibles”, resume.La calidad de los vínculos

Para Berra, la brújula para navegar el mundo digital es sencilla pero exige compromiso: “Si lo más importante en la vida son los vínculos, eso implica trabajo, tiempo y también frustraciones. Hay que insistir, incluso cuando del otro lado parece no haber respuesta.”

Cita un estudio de la Universidad de Harvard que, después de 75 años de seguimiento, llegó a una conclusión contundente: la calidad de vida se mide por la calidad de los vínculos. “No es el dinero, ni el poder, ni el éxito lo que determina una vida feliz, sino la capacidad de construir relaciones profundas y sostenidas”, explica.

La Comunicación Es Un Don ; Juan Pablo Berra, Fundador De La Escuela De Creadores

La virtualidad, reconoce, amplía las posibilidades —derriba barreras de tiempo y espacio—, pero la profundidad no está garantizada. “La comunicación no se trata solo de informar o intercambiar opiniones, sino de ir más allá: compartir experiencias, emociones y necesidades. Ese es el nivel en el que los vínculos se fortalecen de verdad”, advierte.

Y agrega algo esencial: “No somos padres malos, somos padres distraídos. La distracción se nota. Por eso, cuando un hijo o una hija te habla, el cuerpo tiene que decir ‘ahora vos sos lo más importante’. Esa es la empatía puesta en acción.”

Entre sus claves para profundizar la comunicación con los chicos, Berra propone:

Tomar la iniciativa: el adulto habilita el puente incluso si del otro lado hay silencio.No interrumpir: cortar al otro “es un acto de violencia simbólica”; interrumpir es decir “lo mío importa más”.Aprovechar los emergentes: un viaje, una noticia o un “me sentí solo hoy” son oportunidades para conectar.Preguntas que abren: “¿Qué estás necesitando de mí?” (y dejar fuera el dinero). Dar tiempo para pensar y responder.Empatía como práctica: que el cuerpo y la atención digan lo que las palabras a veces no logran.

Respecto a cómo en algunos países, como Dinamarca, la empatía se enseña en las escuelas como una materia, Berra concluye: “No alcanza con hablar de empatía: hay que practicarla. En muchos colegios donde trabajamos formamos equipos de jóvenes escuchas, chicos y chicas más grandes que acompañan a los más chicos frente a situaciones de violencia, consumo o maltrato. Escuchar transforma, porque todos necesitamos ser escuchados”.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/comunidad/de-la-exposicion-temprana-a-la-pornografia-a-la-violencia-en-las-redes-sociales-como-poner-limites-nid09102025/

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