Cristina recluida, temporada mil del culebrón peronista
Partido homenaje para un jugador que se retira, según la filosa metáfora que utilizó el presidente Javier Milei para caracterizar los primeros días de reclusión de Cristina Kirchner en su casa...
Partido homenaje para un jugador que se retira, según la filosa metáfora que utilizó el presidente Javier Milei para caracterizar los primeros días de reclusión de Cristina Kirchner en su casa acompañada por el calor popular, o el comienzo de una nueva saga del peronismo con pretensión épica y final abierto, tales son las alternativas antagónicas en juego que enfrenta la todavía titular del PJ.
El chiste de Daniel Paz, publicado en Página 12, ofrece una aguda observación sobre las señales de noticias que no simpatizan con el kirchnerismo. En el dibujo se ve a una señora que le dice al marido, que está sentado frente al televisor: “¿Por qué mirás esos programas oficialistas si vos sos peronista?”. Y el hombre le responde: “Porque en estos programas nosotros somos tremendamente astutos. Tenemos objetivos claros. Estamos todos de acuerdo sin divisiones estúpidas. Y siempre estamos a punto de tomar el poder”.
La condena a seis años de prisión por defraudación al Estado que CFK pretende convertir en una suerte de epopeya personal se agiganta por la cantidad de horas de pantalla que se le regala. Obviamente se trata de un tema insoslayable: es la primera vez en la historia que alguien que ocupó la presidencia de la Nación (en su caso por dos períodos, más otro como vice) es sentenciada de manera definitiva.
Sin duda, merece cobertura, pero ¿tanta? ¿No sería más útil que explicaran en detalle aquello a lo que la dirigente condenada jamás se refiere en cada una de sus alocuciones y posteos en redes sociales, que es precisamente contar en detalle en qué consiste la causa que le impedirá a perpetuidad ejercer ningún nuevo cargo público?
Es comprensible que en C5N estén atentos a cada una de sus salidas al balcón, a los saludos y bailecitos recurrentes de días atrás y a las enfervorizadas opiniones de los que pasaban en romería por San José 1111. Pero el encantamiento que produce el gran culebrón peronista, que desde hace ochenta años absorbe casi por igual la atención y la energía de todos los argentinos, ya sea para amarlo, los que están a favor, o para fastidiarse, y hasta odiarlo, los que están en contra, es lo que termina por agrandarlo por el solo hecho de reproducirlo a destajo y acríticamente, en virtual cadena.
La vigencia del peronismo no solo se asienta en la fidelidad incondicional y amorosa de su amplia masa de seguidores, sino que también le resulta indispensable confrontar con la mirada reprobatoria y escandalizada del antiperonismo para sostener su sólido relato hegemónico. De ahí, las provocaciones constantes, tanto en la oratoria soliviantada de Cristina Kirchner como en las pintadas amenazantes frente a medios críticos, la panfleteada en un restaurante de Puerto Madero, el escrache con intento de robo de su celular a Mercedes Ninci en un bar y los variados hostigamientos hacia los sufridos movileros que cubren estas peripecias. Los desmanes en la sede de Canal 13 y TN resultan infinitamente más graves por la reivindicación que hace de ellos La Cámpora al incluirlos en uno de sus clips de militancia virtual.
Sin ruborizarse, hace unos años un dirigente de una organización social le dijo a este columnista que los Kirchner eran los Kennedy argentinos. De ser así, encarnarían una versión más berreta y menos trágica del clan K norteamericano. La singularidad del clan K vernáculo reside en comparecer constantemente ante los estrados judiciales por sus recurrentes manejos desaprensivos en la función pública. Pero es verdad que no hay otra familia de políticos que haya alcanzado tanta influencia en el Estado, a excepción de otro clan peronista (los Menem), en los 90, aunque sin un poder tan sistémico a la hora de sacar provecho de negocios personales (dos de sus integrantes ahora son libertarios de notable influencia).
La capacidad de Cristina Kirchner para reinventarse incluso en las malas es asombrosa. Hoy, aun privada de su libertad, supo recuperar una centralidad vigorosa que venía languideciendo desde hace rato y que había quedado en evidencia al no poder siquiera imponer su voluntad a Axel Kicillof. También por aspirar apenas a una insignificante banca de la tercera sección electoral de la provincia de Buenos Aires que hasta puede ganar Máximo Kirchner o cualquiera que simplemente se candidatee allí en nombre del peronismo.
En estas horas Cristina Kirchner apeló a dos recursos hasta ahora exclusivos de Juan Domingo Perón: el uso del balcón (de la Casa Rosada, en el caso del fundador del PJ, que CFK no solía frecuentar durante sus ocho años de gobierno, ya que prefería hablar desde escenarios montados en la Plaza de Mayo, pero al que ahora sí, con permiso de la Justicia, le saca el jugo desde su casa/cárcel para mantener encendida a la militancia y a los curiosos); y el uso de audios, que Perón mandaba desde el exilio al país para dar a conocer sus instrucciones y puntos de vista sobre la realidad política. Cristina apeló dos veces en menos de 48 horas a ese dispositivo para hacerse escuchar (pero no ver, para sugerir cierto halo misterioso).
Con la ayuda de una minoría intensa (de las últimas siete elecciones, el kirchnerismo perdió cinco) privatiza lugares públicos (su cuadra, Plaza de Mayo y Parque Lezama), ya no para defender siquiera intereses partidarios, sino solo para intentar lavar la mancha del delito por el que la Justicia la condenó.