Con el corazón partido: historias de futbolistas que nacieron en un país, pero representan a su sentimiento
La figura del Mundial Sub 20 que se disputó hace pocos días en Chile fue el marroquí Othmane Maamma, un delantero vertiginoso nacido en Alés, una localidad del sur de Francia. La estrella del c...
La figura del Mundial Sub 20 que se disputó hace pocos días en Chile fue el marroquí Othmane Maamma, un delantero vertiginoso nacido en Alés, una localidad del sur de Francia. La estrella del conjunto africano no fue el único jugador que cuenta con doble nacionalidad; seis de los once titulares en el último encuentro de Marruecos frente a la selección argentina nacieron fuera de ese país, cuatro en Francia y dos en Bélgica, y se vistieron con la camiseta roja por ser descendientes de marroquíes.
En el encuentro por las eliminatorias de África que disputó la selección mayor de ese mismo país, ya clasificada al Mundial 2026, en el que le ganó a Congo, ocho de los once titulares nacieron fuera de Marruecos. El arquero Yassine Bounou “Bono”, en Canadá, y Achraf Hakimi, figura de Paris Saint-Germain, en España, son solo dos ejemplos.
Invariablemente, cada selección africana cuenta con algún jugador que nació fuera de su territorio, pero que se calza la camiseta del país de donde son originarios sus padres o abuelos. Iñaki Williams es oriundo de Bilbao, España, pero representa a Ghana; Ismail Jakobs, de Colonia, en Alemania, pero es jugador de Senegal; Ademola Lookman juega en Atalanta y nació en Inglaterra... pero viste la camiseta de Nigeria.
La lista es extensa y la fórmula se repite, aunque suponer que este camino para fortalecer sus equipos es solo una estrategia de las selecciones “no europeas”, es un error. En Francia juegan Brice Samba, que nació en Congo; Eduardo Camavinga, en Angola; Michael Olise es inglés, y los hermanos Marcus y Kephren Thuram, hijos de Lilian Thuram, nacieron en Italia cuando su padre jugaba en la península, primero en Parma y luego en Juventus.
El fenómeno no ocurre en una sola dirección, ya que en muchos casos los “hijos de inmigrantes” escapan al posible mandato familiar y atraídos por el brillo de selecciones más poderosas, o totalmente incorporados al país que le abrió las puertas a su familia, defienden la camiseta del lugar donde nacieron. Francia es nuevamente el ejemplo más claro: Kylian Mbappé (padre camerunés y madre argelina), Ousmane Dembélé (padre maliense y madre senegalesa), Jules Koundé (el padre es de Benín) o Aurélien Tchouaméni (padres cameruneses), encarnan la herencia africana que nutre a la selección campeona del mundo de 2018 y subcampeona 2022.
“Esto es una clara muestra de la época en la que vivimos, donde la multiculturalidad es un rasgo absolutamente presente y está acompañado de un entendimiento de la identidad como algo más flexible y versátil”, le dijo a LA NACION Fabián Jalife, psicólogo y sociólogo, autor de los libros “Diseñar tu cambio” y “Tiempo para valientes”.
“Esto es algo que en otra época estaba muy mal visto. Se leía como una traición a la patria”, afirma Jalife, director de la consultora BMC. “Venimos de un modelo donde la identidad era algo inmodificable, sólido y fundamental, pero está cambiando”, sostiene el director de la consultora BMC.
“Hoy, la identidad es parte de un proceso, es relativa y puede convivir con otras sin que esto implique una contradicción o un conflicto. Lo que vemos en las selecciones tiene relación con esta mirada. Un jugador puede representar a un país que no es dónde nació, pero sí el que lo recibió, en donde vive y donde creció”, opinó Jalife, que es especialista en temas de comportamiento, opinión pública y gestión del cambio. “Este proceso es recíproco, porque alguien abre una puerta y otro decide entrar. Se trata de una configuración más versátil y plástica de lo que suponemos como identidad”.
Para entender por qué se origina este fenómeno, es necesario tener en cuenta el creciente movimiento que ocurre a nivel global. Según un informe de Naciones Unidas, “se estima que en 2024 el número de migrantes internacionales en todo el mundo fue de casi 304 millones, cifra que casi se ha duplicado desde 1990”.
Las causas son complejas y múltiples, pero en una primera lectura se puede afirmar que los grandes movimientos migratorios se generan a partir de la búsqueda de prosperidad económica cuando el país de origen no ofrece lo esperado, el desplazamiento por desastres naturales, y los conflictos territoriales, religiosos o étnicos.
En esta última causa se enmarca la diáspora que se produjo en la década de los 90 en la antigua Yugoslavia, que al momento de su desmembramiento derivó en la llamada Guerra de los Balcanes. Este conflicto generó un desplazamiento de una parte de la población hacia otros estados europeos. Esa fuerte corriente migratoria se transformó en una característica que hoy distingue a las selecciones de fútbol de los países de esa región dado que están conformadas, en buena medida, por los hijos de los emigrados. La selección de Bosnia cuenta con 23 jugadores en su plantel que nacieron en diferentes países de Europa, pero fuera de su actual territorio; Albania tiene a 19 futbolistas en esta condición; Kosovo, 14, y Croacia, 10.
Otro caso emblemático es la selección de Turquía, que pelea por ocupar un lugar en el próximo Mundial 2026, luego del ya lejano tercer puesto en Corea del Sur/ Japón 2002, que fue la última vez que participó de una Copa del Mundo. El conjunto turco cuenta con jugadores destacados como la estrella de Inter de Milán, Hakan Çalhanoğlu, o el joven Kenan Yildiz, de Juventus. En total, suman 11 los no nacidos en Turquía que son parte del plantel actual.
Al igual que Çalhanoğlu y Yildiz, muchos futbolistas provienen de Alemania, donde reside la mayor comunidad de turcos fuera de su territorio, producto de una fuerte corriente inmigratoria que se originó a partir de 1960 y que se sostiene hasta la actualidad. Se estima que son más de 3 millones los residentes turcos o sus descendientes, lo que la convierte en la minoría étnica más importante en el país germánico.
“El fútbol es un fenómeno transversal y una usina de valores universales. En ese contexto la idea de permeabilidad, de sumar habilidades, de una conformación a partir de talentos diversos es una modelo muy potente y el fútbol hoy encarna ese discurso”, explicó Fabián Jalife. “Esto se contrapone y está en tensión con ideas extremistas que buscan frenar la inmigración, porque ven en el otro a alguien que te puede quitar el trabajo, que atenta contra tu identidad, que rompe con una historia, con la tradición y con la pérdida de pautas que se mantuvieron por mucho tiempo. El fútbol, por un principio utilitarista, escapa a estas ideas. Si alguien suma a mi equipo, no importa de donde viene ni que historia trae. El fútbol, en algún lugar, es agnóstico de principios y tiene una mirada flexible de la identidad”.
Si alguien observa con extrañeza lo que ocurre fuera de nuestra frontera y supone que se trata de una realidad lejana, también se equivoca. Argentina no está fuera de este juego y nuestra selección se seguirá alimentando de futbolistas que crecen en la pampa gringa, en las canchas del conurbano, en las escuelitas de fútbol repartidas por todo el país, pero también por pibes que hablan el castellano con un acento diferente al que estamos acostumbrados.
La primera excepción en la era moderna fue Gonzalo Higuaín, que nació en 1987, en Francia cuando su padre Jorge jugaba en Stade Brest. Pipita fue tentado en octubre de 2006 por Raymond Domenech, en ese entonces entrenador de la selección gala, quien lo incluyó en la lista de convocados para un amistoso ante Grecia. Meses después tramitó su nacionalización argentina y dijo a la prensa: “Desde el primer minuto que me preguntaron dónde quería jugar, no tuve ninguna duda. Viví siempre en la Argentina, y haber nacido en Francia fue algo circunstancial, aunque sea un país al que también le estoy agradecido”.
Lo que inicialmente fue una excepción comenzó a multiplicarse y los descendientes de futbolistas argentinos que emigraron y que nacieron en diferentes partes del mundo dijeron presente. Nicolás Paz es hijo de Pablo, aquel jugador integrante de la Selección argentina que disputó el Mundial 1998. Nico nació en Tenerife, hoy es estrella en Como, de Italia, y es uno de los emblemas de lo que se denominó “europibes” en referencia a aquellos jugadores que nacieron o crecieron en el Viejo Continente.
Luka Romero, hijo de Diego Romero, nació en México mientras que su papá jugaba en Alacranes, y hoy se destaca en Cruz Azul, luego de un paso por Mallorca es otro de los casos. Los hermanos Valentín y Franco Carboni, son hijos de Ezequiel, exjugador de Lanús entre otros equipos, y a pesar de haber nacido en Buenos Aires se criaron en Italia, lo que les abrió la puerta a ser convocados para representar a ese país en selecciones juveniles, y puso en peligro la posibilidad de que sean futuros integrantes de la “albiceleste”.
La AFA, rápida de reflejos, tomó nota e inició un proceso de captura de talentos que se transformó en “una política de Estado” y que se remonta a la creación del departamento de scouting de las selecciones juveniles en abril de 2021 iniciado por el coordinador del sector, Bernardo Romeo, y comandado por Juan Martín Tassi.
Los primeros frutos de ese trabajo se pudieron ver en marzo de 2022, cuando la decisión de Lionel Scaloni de convocar para la última fecha de las eliminatorias mundialistas a un grupo de jugadores Sub 20 dejó clara la intención de “blindarlos” y darles una señal contundente de que estaban en el foco de atención del cuerpo técnico.
El éxito en el Mundial 2022, la doble Copa América y el magnetismo de Lionel Messi en el plantel, se convirtieron en un imán irresistible y los “europibes” se siguen sumando a los procesos de selección. El arquero Alain Gómez, nacido en Tenerife, tiene triple nacionalidad, dado que es hijo de padre venezolano y madre argentina, y fue parte del plantel que obtuvo el segundo puesto en el Mundial Sub 20 de Chile. “Él lo tuvo súper claro”, afirmó a la prensa Juan José Gómez, su papá, cuando le preguntaron si dudó en el momento de decidirse.
🥈 El portero del #VCFJuvenil 🅰️, Alain Gómez, Subcampeón del Mundo Sub-20 con @Argentina #U20WC pic.twitter.com/VJOTWW1pBM
— Academia VCF #ADNVCF 🦇 (@Academia_VCF) October 20, 2025Gómez se sumó a la selección de Diego Placente que ganó el Torneo L’Alcudia y coincidió con otros dos chicos nacidos en Europa, que fueron citados a la convocatoria para el Mundial Sub 17 de Qatar que se iniciará en pocos días: José Alberto Castelau de Roa (España) y Can Armando Güner (Alemania). También hay quien decidió defender otros colores: Mateo Retegui nacio en San Fernando, y aceptó la propuesta de vestir la Azzurra de Italia.
La estimación es que son alrededor de 120 los chicos que tienen potencial para integrar alguna de las selecciones nacionales. “Se contabilizan todos, desde un pueblo o un club poco conocido, hasta obviamente los que se destacan un poco más y luego, en el seguimiento más fino, en ellos nos centralizamos”, le contó Tassi a LA NACION sobre su procedimiento. “Pero a todos los registramos; tomamos contacto con el chico, con su club, sus entrenadores, los coordinadores y, desde luego, con la familia también”.
Según las últimas normas de la FIFA, los requisitos para jugar en una selección, que no es la del país de nacimiento, son ser hijo o nieto de un ciudadano biológico del país a representar, o bien haber tenido “residencia comprobable” y con una “conexión clara” e ininterrumpida por al menos cinco años. Por otra parte, no hay límite para representar varias selecciones juveniles, una situación que se presenta muy a menudo, y para cerrar el vínculo con un país es necesario disputar cuatro partidos oficiales antes de cumplir 21 años.
En el último mundial 2022 la selección argentina fue uno de los cuatro equipos sin jugadores nacidos fuera del país. Los otros tres fueron Brasil, Corea del Sur y Arabia Saudita, pero es esperable que apellidos como Paz, Soulé, Carboni o Garnacho se sumen a la convocatoria final y en el Mundial 2026 la selección de nuestro país también sea parte de esa extensa lista de equipos que tenga jugadores “nacidos en”.
Mientras que en algunos espacios de la sociedad se debate acerca de los derechos de los inmigrantes y en ciertos países buscan establecer un freno a las corrientes migratorias, el deporte en general, y el fútbol en particular, abrazan el desempeño como un valor prioritario y se mantiene al margen de estos debates. Es difícil de descifrar si esta postura es propia de una mirada reflexiva y de un entendimiento profundo de un mundo que se encuentra en proceso de cambio, o simplemente es una posición utilitarista donde lo que importa es “ganar, ganar, ganar”, y para alcanzar el resultado se aprovechan todos los recursos disponibles.