Cómo la caída de un dictador panameño influye en la política de Trump hacia Venezuela
NUEVA YORK.- Es una historia que seguramente el líder venezolano Nicolás Maduro conoce bien. Un hombre fuerte latinoamericano estaba escondido, rodeado por tropas estadounidenses, mientras el hea...
NUEVA YORK.- Es una historia que seguramente el líder venezolano Nicolás Maduro conoce bien. Un hombre fuerte latinoamericano estaba escondido, rodeado por tropas estadounidenses, mientras el heavy metal retumbaba toda la noche.
En diciembre de 1989, el mandato del general Manuel Noriega como dictador de Panamá estaba llegando a un final humillante.
Las tropas estadounidenses habían invadido el país con la orden de capturar a Noriega y llevarlo a juicio.
Terminaron rodeando su último escondite y lo atormentaron durante 10 días con altavoces que reproducían a todo volumen canciones de bandas como Black Sabbath y Guns N’ Roses hasta que se rindió y fue esposado.
Hoy, mientras el presidente Donald Trump considera una acción militar en Venezuela, los paralelismos entre Noriega y Maduro son cada vez más significativos y algunos funcionarios de Trump esperan que el presidente venezolano corra una suerte similar.
Al igual que Noriega hace más de 30 años, Maduro ha sido acusado federalmente por tráfico de drogas. Y los funcionarios estadounidenses sostienen que el venezolano no es un líder extranjero, sino un criminal que debe ser “llevado ante la justicia”, como dijo recientemente el secretario de Estado Marco Rubio.
En un discurso nacional en el que anunciaba la invasión de Panamá, el presidente George H. W. Bush expuso sus motivos para actuar contra Noriega, un nacionalista desafiante que blandía un machete en público y organizaba fiestas con cocaína en sus lujosas mansiones.
Entre las razones se encontraban el régimen dictatorial de Noriega, la preocupación por la seguridad del canal de Panamá y la creciente hostilidad del impestuoso general hacia Estados Unidos. (La gota que derramó el vaso fue que las fuerzas de Noriega mataron a un infante de la Marina estadounidense en un control en la ruta).
Pero Bush también hizo hincapié en que Noriega era un criminal buscado. El Departamento de Justicia lo había acusado de aceptar enormes sobornos a cambio de permitir que los narcotraficantes transportaran cocaína a través de su país.
“Ordené a nuestras fuerzas armadas que protegieran las vidas de los ciudadanos estadounidenses en Panamá y que llevaran al general Noriega ante la justicia en Estados Unidos”, dijo Bush.
Para Noriega, huir nunca fue una opción. Cuando comenzó la Operación Causa Justa, un equipo SEAL de la Marina se infiltró en un aeródromo y destruyó el Learjet personal de Noriega con un cañón antitanque.
Los buzos SEAL hundieron con explosivos un barco que podría haber servido para que huyera. En total, se desplegaron unos 27.000 soldados estadounidenses
Cuando comenzó el asalto, Noriega, presa del pánico y acompañado de una amante, atravesó la ciudad de Panamá en un Hyundai sin distintivos y se escondió.
En un momento dado, se resguardó de incógnito en un Dairy Queen antes de refugiarse en la embajada del Vaticano en Ciudad de Panamá.
Los comandos de la Fuerza Delta y los tanques del Ejército de Estados Unidos rodearon rápidamente el edificio, en el que no podían irrumpir, y exigieron su rendición.
Cuando se negó, comenzó a sonar la música. La lista de reproducción estaba diseñada para causar el máximo estrés (y ridículo): “Wanted Dead or Alive” de Bon Jovi, “Panama” de Van Halen y “Never Gonna Give You Up” de Rick Astley.
Brent Scowcroft, que era asesor de seguridad nacional de Bush, calificó más tarde esta táctica como “un mal momento en la historia del Ejército de Estados Unidos”.
Pero Noriega acabó rindiéndose y fue trasladado a Florida para ser juzgado. (Los años de servicio del general como agente secreto de la CIA que proporcionaba información sobre América Latina no fueron suficientes para salvarlo).
Fue condenado y pasó el resto de su vida en prisión hasta poco antes de que muriera en un hospital panameño tras una cirugía al cerebro en 2017.
Puede que Noriega ya no esté, pero su historia no ha sido olvidada, ni por Maduro ni por los funcionarios del gobierno de Trump, muchos de los cuales han pasado años tratando de derrocar al líder venezolano.
La captura de Noriega fue mencionada algunas veces durante los debates del primer mandato de Trump sobre cómo lidiar con Maduro, según dos exfuncionarios de la época.
El teniente general Keith Kellogg, entonces asesor de seguridad nacional del vicepresidente Mike Pence y ahora enviado presidencial a Ucrania, tuvo experiencia de primera mano en Panamá como comandante de asalto de infantería durante la operación.
Entre las opciones que los funcionarios de Trump consideraron en ese momento se encontraban una invasión estadounidense a gran escala del país y “una operación especial más pequeña dirigida directamente contra Maduro”, escribió el exsecretario de Defensa de Trump, Mark Esper, en sus memorias de 2022.
Pero las similitudes entre Panamá en 1989 y Venezuela en 2025 son peligrosamente engañosas, advierten algunos analistas. Cualquier esfuerzo de Estados Unidos por detener o matar a Maduro, dicen, sería mucho más traicionero que la operación para acorralar a Noriega.
“Cuando la gente habla con mucha ligereza y dice: ‘Bueno, simplemente lo eliminaremos’, conviene recordar 1989”, dijo Michael Shifter, profesor adjunto de la Escuela de Servicio Exterior Edmund A. Walsh de la Universidad de Georgetown, que tiene una amplia experiencia en América Latina.
“Cuando uno se enfrenta a la realidad de lo que se necesitaría, llega a la conclusión de lo descabellado que sería enviar tropas estadounidenses para cambiar el régimen en Venezuela”, añadió.
Desde el final de la Guerra Fría, los esfuerzos de Estados Unidos por derrocar a gobernantes latinoamericanos hostiles han sido en gran medida un fracaso. Entre ellos se encuentra el intento fallido del propio Trump durante su primer mandato de desbancar a Maduro, que buscaba aprovechar las protestas callejeras que se produjeron en toda Venezuela en 2019.
“Hay paralelismos”, dijo Elliott Abrams, que fue enviado especial de Estados Unidos para Venezuela durante el primer mandato de Trump. “Uno de ellos es que el hombre que dirige el gobierno es alguien a quien no consideramos un jefe de gobierno legítimo. Y ambos son narcotraficantes”.
En septiembre, la fiscal general Pam Bondi dijo que Maduro era “uno de los más grandes narcotraficantes del mundo”. El líder venezolano, añadió, “no escapará a la justicia”.
Y al igual que Noriega, que gobernó Panamá a través de marionetas políticas, Maduro es considerado un gobernante ilegítimo por Estados Unidos debido a las elecciones fraudulentas que lo han mantenido en el poder desde 2013. Los funcionarios de Trump afirman que describirlo como el líder de un cártel criminal es más preciso.
Como senador republicano por Florida en 2019, Rubio publicó en Twitter imágenes de varios dictadores derrocados en lo que muchos consideraron una advertencia a Maduro, mientras aumentaban los disturbios nacionales y la presión de Estados Unidos.
Entre ellas se encontraban fotos del antes y el después de Noriega: primero agitando su machete ante una multitud y luego posando para su foto de archivo policial federal.
Más recientemente, el representante Mario Diaz-Balart, republicano por Florida y aliado de Rubio, advirtió en una entrevista a finales de septiembre que Maduro podría “pudrirse en la cárcel el resto de su vida como Noriega”.
Es posible que la magnitud del desafío disuada a Trump de emprender una acción militar importante en Venezuela.
Panamá era un objetivo fácil: un país pequeño con un ejército débil y en 1989 las tropas estadounidenses ya estaban estacionadas allí para proteger el canal de Panamá.
Venezuela es unas 12 veces más grande que Panamá y tiene una población más de 10 veces superior a la de Panamá en 1989.
E incluso las insignificantes Fuerzas de Defensa de Panamá opusieron suficiente resistencia como para matar a 23 soldados estadounidenses, incluidos cuatro de los SEAL de élite de la Marina que llevaron a cabo el asalto al avión de Noriega.
Estados Unidos ha estimado que murieron 314 soldados y 202 civiles panameños durante la operación.
Maduro también cuenta con un círculo interno de protección “altamente cualificado”, dijo Abrams, con una fuerza de élite de guardaespaldas proporcionada por sus aliados políticos cercanos en Cuba.
En otras palabras, es poco probable que Maduro se esconda en un Dairy Queen.
Pero, al igual que Maduro, Noriega también se mantuvo desafiante hasta el final. En abril de 1988, emocionó a la multitud cuando concluyó un encendido discurso contra Estados Unidos golpeando el podio con su machete.
“Este machete representa la dignidad del pueblo panameño”, dijo Noriega. “Este machete dice: ‘Ni un paso atrás’”.
Así como Noriega rechazó los esfuerzos de Estados Unidos por negociar su salida del poder, Maduro se ha negado a dimitir y, en cambio, ha ofrecido a Trump una participación estadounidense en la riqueza mineral de su país.
El líder venezolano también ha invocado el recuerdo de 1989 y lo ha entretejido en una narrativa más amplia sobre su desafío a lo que él llama el imperialismo estadounidense.
Durante una visita a la ciudad de Panamá en 2015, Maduro se detuvo para depositar una ofrenda floral en un monumento a los panameños muertos en la invasión estadounidense.
“Esta es la verdad de América Latina, prohibido olvidar, más nunca una invasión militar”, declaró.