Cambio de vida: los atrapó el corralito, apostaron por Brasil y hoy tienen un hotel en la playa
Era una ardiente mañana de diciembre cuando el anuncio del corralito congeló –irónicamente–, los ahorros de los Serrano. “Pedro, mi marido, había conocido a Remo varios años antes, por 1...
Era una ardiente mañana de diciembre cuando el anuncio del corralito congeló –irónicamente–, los ahorros de los Serrano. “Pedro, mi marido, había conocido a Remo varios años antes, por 1987, en un encuentro internacional de lechería que organizaba el INTA para ingenieros. Vivía en Palhoça, al sur de Florianópolis, y de tanto insistirnos un verano lo fuimos a visitar. Nos hospedó en su casa de la playa, a media hora de ahí, en un arenal inmenso donde casi no había construcciones. Quedamos tan enamorados que fuimos todos los veranos, alternando visitas de su familia a Adrogué, de donde somos nosotros”, cuenta Cecilia Vázquez Domecq de Serrano.
Luego amplía: “Cuando ocurrió lo del corralito, hubo unos días en que se pudo vender el plazo fijo por un porcentaje menor a quien tenía deuda con el banco. Y no lo dudamos: agarramos los 17 mil dólares que nos dieron, los repartimos en los bolsillos y nos fuimos a Brasil en colectivo. Al día siguiente estábamos eligiendo el color de la cabaña. La gente miraba nuestra patente y no entendía nada, porque fuimos los primeros. Los argentinos, nos llamaban en el mercado”.
Hoy, su complejo en la playa de Pinheira, municipio de Palhoça, que está 60 kilómetros al sur de Florianópolis, se llena de argentinos que hacen cursos de guardavidas, de brasileños que escapan de la tumultuosa Floripa y de uruguayos que se animan a disfrutar de sus siete kilómetros de costa en forma de herradura. Flanqueada por un morro al sur y otro al norte, con casas bajas, aires de tranquilidad y mucho clima familiar, sigue pasando bajo el radar de las grandes playas, aunque la imprevisibilidad de las dunas móviles y la movida del surf, atrae a los jóvenes.
La apuesta“Agustina, nuestra primera hija, nació con un problema motriz, y por eso la construcción tenía una prioridad: que fuese completamente adaptable y ella pudiese llegar al mar en su silla”, cuenta Cecilia, que de algún modo impuso esa mirada en el incipiente balneario. No querían instalarse definitivamente, sino contar con ese espacio para los veranos, debido a la dificultad de tomar vacaciones en destinos donde la niña pudiese disfrutar. Empezaron a alquilarlo en contra temporada, lo llamaron “La Tatuira” y de apoco fueron incorporando más cabañas y servicios. Hoy cuentan con cinco casas de madera super equipadas, ambientadas con muebles que llevaron de Argentina en un tráiler, para darle un toque personal. En todas ellas no faltan, si el pedido es con tiempo, empanadas caseras y alfajorcitos de maicena de Verónica, la hija del medio, que conjuga la recepción de los turistas con sus trabajos artísticos.
“Si no me equivoco, fue Iván, el cuñado pescador de Remo, quien descubrió la playa. Porque en ese momento no había caminos y se llegaba por el mar sorteando el morro. Era medio loco estar ahí, porque un día te levantabas y veías tapada por la arena una de las dos o tres casitas que había. Los vecinos salían por la ventana con la pala para abrirse paso. Pero la paz era impagable”, asegura Cecilia.
Infancia mixtaLa mixtura de culturas fue muy enriquecedora para la familia. Al nacer Joaquín, ya eran tres los “argentinitos” que jugaban con los hijos de los vecinos brasileños. Tan fuerte fue la comunión de familias que hoy Verónica está instalada en Pinheira y trabaja a diario allí. A su vez, Liliana –hija de Remo– se afincó en Adrogué. “De tanto ir y venir, Nica, nuestra hija del medio, quiso quedarse. Al tiempo ya pintaba tablas de surf en vivo para los locales, diseñaba logos para marcas y remeras, y hacía murales en plazas y tiendas. Siempre fue su otro hogar”, cuenta.
Formado con el profesor de surf Madeira, un emblema local, a su vez Joaquín propiciaba los torneos argentinos-brasileños que hicieron furor varias temporadas (con remeras con logos diseñados por Nica) entre primos argentinos y primos brasileños que fueron llegando a Pinheira. Con los años, los familiares de Remo fueron haciendo sus casas allí, y no faltaba ni un verano con asado y caipirinha, empanadas y brigadeiros, y fiestas en las que se cantaba en español y portugués, mientras “la barra”, una docena de niños, trepaba las dunas iluminadas por el brillo de la luna en el mar. “Y entonces, en uno de sus viajes de estudios multidisciplinarios de fonoaudiología, Liliana –que se hospedada en casa de mi mamá–, se enamoró de un argentino y se quedó en nuestro barrio, en Adrogué”, completa. De ayer a hoy, esa relación de amistad continúa. Agustina, la mayor de los Serrano, es profesora de inglés, y entre sus alumnas se destaca Ingrid, la hija de Liliana.
La herradura perfecta“Al complejo le pusimos “La Tatuira” porque en aquella época eran un clásico de Pinheira. Ahora no hay tantos. Son unos crustáceos que llegaban con cada ola y se enterraban con pasión en la playa. Nos pareció un nombre ideal, hasta que Julia, esposa de Remo, nos hizo un plato lleno con los pobres bichitos fritos, pero ya era tarde para cambiar el nombre”, bromea la administradora del complejo que recibe a unas 40 familias al año, y que observa con alegría que no solo la lavandería local está atendida por una familia argentina, sino que otros compatriotas se interesan por algo más que vacaciones.
“El crecimiento del lugar es notable: sigue teniendo alma de pueblo, pero hacen muchas obras, renuevan los accesos a la playa con largos muelles de madera, y ahora hasta han puesto un sistema de monopatines que quedan estacionados en la playa, la ferretería o la escuela, y con un escaneo del QR cargás plata y los usas”, dice. “Tranquilidad, seguridad y limpieza” es parte del eslogan del municipio, y ciertamente el lugar hace honor a ello. Pinheira se destaca por el color del agua, la arena blanca que chilla al pisarla y la exuberante mata atlántica presente en trilhas (como la que conduce a Praia do Maço). Para quien no se contenta con ello, las lindantes playas Ponta do Papagaio y Praia do Sonho, al norte; y Praia do Cima, al Sur, son ideales para familias con niños.
Fuera del mar, su discreto centro tiene varios restaurantes donde comer desde el prato feito a la famosa feijoada, algunos intentos de pizza y los clásicos mariscos. En temporada, no faltan ruedas de samba en el bolichito de Pedrinho, que se reparte la cuadra con una pequeña plaza frente al mar. Además de su educación, la escuela pública Padre Vicente Ferreira Cordeiro ofrece un bellísimo mural de azulejos, que dialoga con las pinturas de Verónica Serrano en muchos comercios de ropa y accesorios.
Durante las vacaciones, suele instalarse un mini parque de diversiones, paso previo a las hamacas gigantes extendidas en las distintas entradas a la playa, sostenidas por postes de unos cinco metros y gruesas cuerdas de embarcaciones. Un refugio de pescadores, la iglesia y los puestos de feriantes completan un escenario donde no faltan heladerías en versión buffet, para que los niños carguen cada sabor con una torre de confites, caramelos, chips y malvaviscos.
En la vecina Guarda do Embaú, cuando el río crece baña el zaguán del fotógrafo Plínio Bordin. Autor de Riquezas Naturales del Litoral Catarinense, en su libro ofrece un ensayo fotográfico que abarca la costa de Torres hasta la de Itapoá. Y es quien mejor ha retratado otro de los tesoros locales: la pesca artesanal de tainha. Realizada como ritual durante junio y julio, pero presente todo el año, esta costumbre se originó entre los pueblos indígenas locales. Patrimonio cultural del Estado de Santa Catarina, esta actividad va más allá de un ingreso económico para muchas familias pesqueras. Es toda una fiesta con música en vivo mientras los locales muestran su destreza para el armado de redes, técnicas de pesca y gastronomía costera.
Datos útilesLa Tatuira. A cincuenta minutos de Garopaba y a la misma distancia de Florianópolis, son cinco cabañas. La más grande admite hasta 10 huéspedes, mientras que las otras cuatro ofrecen seis y cuatro lugares. Calle 7 y 2003, Praia do Meio, Pinheira, Santa Catarina, Brasil. T: (+55) 48 9909-3357. IG: @casaslatatuira