Byung-Chul Han, al recibir el Premio Princesa de Asturias: “No hay lazo social más fuerte que el respeto”
En su discurso de recepción del Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025, en el Teatro Campoamor de Oviedo, el ...
En su discurso de recepción del Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades 2025, en el Teatro Campoamor de Oviedo, el filósofo surcoreano-alemán Byung-Chul Han, de 69 años, criticó el sistema de vida neoliberal y la digitalización sin control. El pensador, autor de innumerables ensayos, leyó el discurso en alemán, idioma que aprendió en su juventud para poder leer de primera mano a autores como Hegel, Husserl y Heidegger.
“Yo soy filósofo -dijo el viernes, tras agradecer la distinción-. Como tal, he interiorizado esta definición socrática de la filosofía. También mis textos de crítica social han causado irritación, sembrando nerviosismo e inseguridad, pero al mismo tiempo han desadormecido a muchas personas. Ya con mi ensayo La sociedad del cansancio traté de cumplir esta función del filósofo, amonestando a la sociedad y agitando su conciencia para que despierte. La tesis que yo exponía es, efectivamente, irritante: la ilimitada libertad individual que nos propone el neoliberalismo no es más que una ilusión”.
“Hoy pensamos que somos más libres que nunca -destacó-. En realidad, vivimos en un régimen neoliberal despótico que explota precisamente la libertad. Ya no vivimos en una sociedad disciplinaria gobernada por la prohibición y la orden, sino en una sociedad del rendimiento que se cree libre y está regida por el ‘poder hacer’”.
Al referirse a los “riesgos de la digitalización”, declaró que no estaba en contra de los smartphones. “Tampoco soy un pesimista cultural -reconoció-. El teléfono inteligente puede ser una herramienta utilísima. No habría problema si lo usáramos como instrumento. Lo que ocurre es que, en realidad, nos hemos convertido en instrumentos de los smartphones. Es el teléfono inteligente el que nos utiliza a nosotros, y no al revés. No es que el smartphone sea nuestro producto, sino que nosotros somos productos suyos”.
“Las redes sociales también podrían haber sido un medio para el amor y la amistad, pero lo que predomina en ellas es el odio, las mentiras y la agresividad -afirmó-. No nos socializan, sino que nos aíslan, nos vuelven agresivos y nos roban la empatía. Tampoco estoy en contra de la inteligencia artificial. Puede ser muy útil si se emplea para fines buenos y humanos. Pero también con la inteligencia artificial existe el enorme riesgo de que el ser humano acabe convertido en esclavo de su propia creación. La inteligencia artificial puede ser empleada para manejar, controlar y manipular a las personas”.
Para el pensador, la esfera política debería “controlar y regular el desarrollo tecnológico de manera soberana, en lugar de simplemente seguirle el paso”. “La tecnología sin control político, la técnica sin ética, puede adoptar una forma monstruosa y esclavizar a las personas”, conjeturó.
En lo que acaso fue el núcleo más importante del discurso, habló sobre la moral y el respeto como pilares de la democracia. “Últimamente he reflexionado mucho sobre la creciente pérdida de respeto en nuestra sociedad. Hoy en día, en cuanto alguien tiene una opinión diferente de la nuestra, lo declaramos enemigo. Alexis de Tocqueville, autor de un famoso libro sobre la democracia estadounidense, ya sabía que la democracia necesita más que meros procedimientos formales, como son las elecciones y las instituciones. La democracia se fundamenta en lo que en francés se llama moeurs, es decir, la moral y las virtudes de los ciudadanos, como son el civismo, la responsabilidad, la confianza, la amistad y el respeto. No hay lazo social más fuerte que el respeto. Sin moeurs, la democracia se vacía de contenido y se reduce a mero aparato. Incluso las elecciones degeneran en un ritual vacío cuando faltan estas virtudes”.
“Lo social se está erosionando -advirtió-. Perdemos toda empatía, toda atención hacia el prójimo. Los arrebatos de autenticidad y creatividad nos hacen creer que gozamos de una libertad individual cada vez mayor. Sin embargo, al mismo tiempo, sentimos difusamente que, en realidad, no somos libres, sino que, más bien, nos arrastramos de una adicción a otra, de una dependencia a otra. Nos invade una sensación de vacío. El legado del liberalismo ha sido el vacío. Ya no tenemos valores ni ideales con que llenarlo. Algo no va bien en nuestra sociedad”.
Al concluir, describió sus trabajos como “una denuncia, en ocasiones muy enérgica, contra la sociedad actual”. “No son pocas las personas a las que mi crítica cultural ha irritado, como aquel tábano socrático que picaba y estimulaba al caballo pasivo. Pero es que, si no hay irritaciones, lo único que sucede es que siempre se repite lo mismo, y eso imposibilita el futuro. Es cierto que he irritado a la gente. Pero, afortunadamente, no me han condenado a muerte, sino que hoy soy honrado con la concesión de este bellísimo premio. Lo agradezco de todo corazón”.
En la entrega de los premios, en la que estuvieron presentes el rey de España, Felipe VI, la reina consorte, Letizia, la Infanta Sofía y la princesa Leonor de Borbón, que hizo la laudatio de los distinguidos en la 45ª edición del Princesa de Asturias: el sociólogo estadounidense Douglas Massey, la fotógrafa mexicana Graciela Iturbide, el escritor español Eduardo Mendoza, el economista y político italiano Mario Draghi, la tenista estadounidense Serena Williams, el director del Museo Nacional de Antropología de México y la presidenta del patronato del Museo, Antonio Saborit y Madeleine Bremond, y el autor de Infocracia (se ausentó del evento la genetista estadounidense Mary-Claire, premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica).
El rey de España dijo que su primogénita había ido asumiendo gradualmente el protagonismo respecto de los premios Princesa de Asturias, “dando a cada paso nuevas pruebas de madurez y sensibilidad; con un papel también más activo en la vida pública”. En su alocución, Leonor de Borbón, sostuvo acerca de la convivencia democrática: “Tiene sentido cuidar y defender los valores que, como españoles y europeos, en realidad como ciudadanos de cualquier lugar, nos definen y nos guían”.
Además de la presidenta de la Fundación Princesa de Asturias, Ana Isabel Fernández, estuvieron en el Teatro Campoamor de Oviedo la presidenta del Congreso de los Diputados, Francina Armengol, el presidente del Senado, Pedro Rollán, el presidente de Catalunya Salvador Illa y el presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, entre otros.
Byung-Chul Han, amigo del alma de Simone WeilSemanas atrás, se distribuyó en librerías locales Sobre Dios. Pensar con Simone Weil (Paidós, $ 24.900), donde el filósofo surcoreano-alemán pone su atención (término “weiliano” por excelencia, junto con descreación, vacío, silencio y belleza) en quien considera la figura intelectual más brillante del siglo XX: la pensadora, mística y activista francesa Simone Weil (1909-1943). La crítica de la civilización que hizo la autora de La gravedad y la gracia y A la espera de Dios sintoniza bien con el pensamiento del filósofo, así como su defensa de la “energía espiritual” de las virtudes humanas (cuando se las practica).
“Empecé a sentir una profunda simpatía por su pensamiento -se lee en el prólogo-. Weil se dirigió a una parte de mi alma de la que yo no había sido muy consciente hasta entonces, pero que había albergado en mi interior en todo momento y con toda viveza. Yo siento una profunda amistad, una amistad del alma, por Simone Weil. Y por eso, casi cien años más tarde, puedo utilizar su pensamiento para mostrar que, más allá de la inmanencia de la producción y del consumo, más allá de la inmanencia de la información y de la comunicación, existe otra realidad más elevada, existe una trascendencia que puede sacarnos de una vida completamente desprovista de sentido, de una mera supervivencia, de la mortificante falta de ser, y brindarnos la gozosa plenitud de ser”.