Boy Olmi, unipersonal: el viaje a la identidad de un actor
Dramaturgia y dirección: Shumi Gauto sobre relatos de Boy Olmi. Intérprete: Boy Olmi. Iluminación: Gonzalo Córdova. Pantallas: Cacodelphia. Producción general: Diego Scott (HTH productora). Sa...
Dramaturgia y dirección: Shumi Gauto sobre relatos de Boy Olmi. Intérprete: Boy Olmi. Iluminación: Gonzalo Córdova. Pantallas: Cacodelphia. Producción general: Diego Scott (HTH productora). Sala: El Picadero (Pasaje Enrique Santos Discépolo 1857). Funciones: viernes 7/11, a las 20; martes 11/11, a las 20.30; jueves 4/12, a las 20 y martes 9/12, a las 20. Duración: 65 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
De espaldas al público, sentado frente a una pantalla, Boy Olmi se pregunta, después de muchísimos segundos de silencio, cuál es el mejor momentos para empezar. Y el interrogante vale tanto para el literal inicio de la acción en el escenario como para la decisión de viajar al pasado a desmalezar las capas de identidades heredadas y adquiridas. Porque exactamente acerca de esa búsqueda trata el primer unipersonal de este querido y multifacético actor, director, conductor, ambientalista y, factor omnipresente, pareja desde hace más de 30 años de la actriz Carola Reyna.
Descalzo y vestido de negro, presenta al público su necesidad de decir qué le pasa, su urgencia de sacarse las máscaras y etiquetas -que todos y cada uno tenemos- y quedarse al descubierto. En esa desnudez, no pretende ser especial sino compartir lo que puede sentir cualquiera, una persona más entre todas. Dice que este ejercicio de exponer sus verdades ante el público sería un “experimento”, que pensó en llamarlo “conferencia performática” pero que finalmente quedó Boy Olmi, unipersonal, un título descriptivo para un espectáculo donde conviven algo de charla TED, otro poco de stand-up y mucho de biodrama con un toque de ego trip. Pero el camino que el protagonista propone desde lo conocido a lo íntimo es para los espectadores mucho más que asomarse a un conjunto de “supuestas” revelaciones autobiográficas. La fiesta se arma por el clima de complicidad que crea el actor narrador con el público: todos entramos por un rato en su mundo.
El momento más performático es cuando invita a espectadores, al azar, a subir al escenario para “hacer de” su madre, una novia de la infancia y un periodista. A cada uno le entrega el papel con el texto a decir. Por otro lado, se recuesta y confía en la convención teatral cuando señala y describe en la pantalla imágenes que nadie ve (hay sorpresa al salir de la sala).
Basada en relatos del actor, el texto y la dirección pertenecen a Shumi Gauto: conocida por su paso por radio Metro, es actriz, autora, directora teatral (Vida y obra del Dr. Lipovetski, 2019) y directora artística del espacio Portal Bosque, en Uruguay, donde se realizó la residencia creativa que dio origen a esta obra.
Sin contar los detalles, diremos que Carlos Boy Olmi se mete con la genealogía familiar a partir de la enfermedad de su madre, figura que atraviesa gran parte del recorrido y que explica muchas de sus elecciones. La otra es una “novia” de siete años, ejemplo de lo selectiva que puede ser la memoria. No falta el bocado sobre Carola, los colegas y el nombre de su único hijo. En todos los casos, con humor se aleja de la corrección para acercarse a lo humano. “Lo sólido es una condena”, dice.
Algo paradójico tiene este unipersonal: en el, quizá, su mayor desafío actoral, elige mostrarse más “Boy” que nunca. Y lo logra, al convencer al público del poder de su encanto. No hacía falta, al final, cerrar con una especie de epílogo o redondeo filosófico: ya todo estaba expuesto.