Baco polaco: pastiche entre el mundo griego y la llanura argentina de los años 30
Autor y director: Mauricio Kartun. Intérpretes: Aníbal Gulluni, José Mehrez, Paloma Zaremba, Soledad Bautista, Nahuel Monasterio y Luciana Dulitzky. Vestuario y Escenografía: Rodrigo González ...
Autor y director: Mauricio Kartun. Intérpretes: Aníbal Gulluni, José Mehrez, Paloma Zaremba, Soledad Bautista, Nahuel Monasterio y Luciana Dulitzky. Vestuario y Escenografía: Rodrigo González Garillo. Iluminación: Agnese Lozupone. Coreografía: Juan Branca. Música: José Mehrez y Aníbal Gulluni. Sala: Teatro Sarmiento (Av. Sarmiento 2715). Funciones: de jueves a domingos a las 20 h. Duración: 90 minutos. Nuestra opinión: muy buena.
Un esperpento de Las bacantes, de Eurípides. Así presenta Mauricio Kartun a Baco polaco, su última creación. La médula del clásico texto griego es deformada, mezclada y reinterpretada por nuestro principal autor de teatro para mostrar, como un caleidoscopio, fragmentos de nuestro presente. Pedacitos de espejos que reflejan gestos, imágenes, concepciones que hablan del aquí y ahora, aunque la fuente de esta historia tenga casi 2.500 años y la puesta que se presenta ahora en el Teatro Sarmiento esté pensada en La Pampa profunda, de los años 30. De la poderosa habilidad de unir universos impensados se compone la obra de este enorme artista que, a sus 78 años, no cede ni una coma en la rigurosidad y poesía de su lenguaje.
Mauricio Kartun hace trabajar a su público y esto es un elogio. Los primeros minutos de representación los espectadores (los que vieron todas sus obras ya lo saben) deben acomodar sus oídos a una forma verbal no realista ni cotidiana. Un lenguaje que aunque está escrito en prosa, por momentos parece un verso por lo rítmico, por los refranes, por las comparaciones y referencias, por la presencia de un folklore, un paisaje rural y un imaginario a escenas que no son las de todos los días. Si es como dicen, que la literatura es mejor que la vida, ¿por qué no escribir de una manera que implique un salto poético y semántico a la precariedad del habla cotidiana? En esa tarea, Kartun pone sus máximos esfuerzos y Baco polaco, una obra con la que viene trabajando desde hace casi 20 años, es un ejemplo de eso.
En este pastiche entre el mundo griego y la llanura argentina de los años 30, suele decir Kartun “que los mitos van a parar todos al mismo lavarropas”. Y en esta remera batik que es Baco polaco, la historia de las mujeres que se entregan a los ritos de Dioniso, el dios del vino, y el enfrentamiento de este dios con el rey de Tebas para que se reconozca su culto; se convierte en una disputa de poder sobre las leyes de la herencia, la autoridad y con una incipiente lectura sobre el feminismo.
En esta llanura profunda aparece la Reina Esther, hija de una prostituta polaca a quien su madre protegió dentro del prostíbulo dándole la tarea de ser la encargada de poner música en la vitrola. “Adentro se respetan las leyes y estaba más protegida que afuera”, recuerda esta joven que se volvió una virgen vitrolera y lleva su música por la llanura en ocho discos de pasta. “Una DJ mitológica”, le dicen y allí donde llega, y suena su ortofónica, nace la fiesta. La bacanal. La gran orgía gaucha. A su lado, siempre, Sarita, su hermana, inseparable. En la animación, el señor Silenio, el empresario ebrio. Y ayudando en tareas de peón, Dionisio, el dios; que enamorado, perdido, de la legendaria, la sigue a ella y toda esta troupe de la fiesta, que van por los pueblos con la promesa de “a 10 centavos la felicidad”. Con eso alcanza, para reconocer en la música la necesidad de una fiesta, un carnaval, el momento en que se pueden trascender los límites que nos oprimen, pero de manera controlada.
Las obras de Kartun suelen ser espectáculos que hay que ir a ver más de una vez: son tantas las capas de referencias a la historia, a otras obras de la literatura argentina y universal, a los mitos populares que muchas veces es difícil identificarlos todos al mismo tiempo. Su obra no solo trabaja en la oposición entre fiesta y tragedia, sino que plantea una lectura sobre el poder. A diferencia de lo que sucede en el mito griego en el que Penteo quiere observar disfrazado a las bacantes para entender su comportamiento, en el caso de Baco polaco, este Penteo lejos de querer regular la fiesta bacanal, es un ejemplo de la barbarie ejercida por el poder, un sano hijo del patriarcado, que no acepta un no y el que desata la tragedia, que volverá sobre su propio cuerpo.
Kartun reconstruye una genealogía del mal, para entender por qué un varón se vuelve un salvaje y un violento y lo funde con el mundo rural, los chanchos, las máscaras y la posesión del vino.
Creador de la carrera de Dramaturgia de la EMAD (Escuela Municipal de Arte Dramático), todo el elenco de este espectáculo son egresados de esta valiosa institución. Los artistas, al ritmo del mito y los pasos de murga, encienden la chispa de esta historia que se desarrolla en la narración, en la música de las palabras y en esta búsqueda contundente de evidenciar que desde Grecia hasta acá, la versión más salvaje, violenta, obscena e irracional del ser humano está siempre regulada por el mundo profano: la institución y el poder. Jamás en la fiesta sagrada.