Autoestima: así será la experiencia de Marichu Seitún y su hija Sofía Chas en el Bienestar Fest
Con la calma que la caracteriza, Maritchu Seitún...
Con la calma que la caracteriza, Maritchu Seitún psicóloga y especialista en crianza es una referente del bienestar. Este fin de semana será una de las protagonistas del Bienestar Fest, el festival que organiza LA NACION junto a OSDE el 1 y 2 de noviembre en el Hipódromo de Palermo. Junto a su hija Sofía Chas, orientadora familiar, el sábado 1 de noviembre a las 15.30 horas en la Zona Chill darán una charla sobre cómo trabajar la autoestima de nuestros hijos.
“La imagen de sí mismo del bebe se va construyendo en la relación con sus padres. Será positiva en la medida que se sienta bien recibido, aceptado, reconocido, entendido, atendido” anticipan.
Como dice el pediatra y psicoanalista británico Donald Winnicott cuando habla de ‘padres suficientemente buenos’, basta con que la mirada positiva predomine en la relación con el hijo.
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“En un desarrollo sano el chiquito crece y se va diferenciando de sus padres y va pudiendo estar contento consigo mismo a pesar de que los padres por momentos no lo estén”, dice Seitún. Y cita ejemplos: sacar un postrecito de la heladera es mucho más interesante que hacer caso a mamá, lo mismo ocurre con embarrarse, o pegarle al hermanito, o no ir a la mesa cuando lo llaman.
Para ella, estas ‘ideas propias’ empiezan al acercarse a los dos años, y de golpe se acaba el enamoramiento: “De todos modos, si nuestro chiquito es emocionalmente fuerte, o si no hacemos excesiva fuerza en contra, logra no renunciar a su verdadera identidad y no lo asusta perder de a ratos la mirada enamorada de sus padres”, aclara la especialista.
Sofía Chas agrega que puede ocurrir que un niño muy sensible necesite esa mirada positiva de sus padres y del mundo que lo rodea y entonces no logre alcanzar una adecuada separación-individuación y permanezca por demás atento a lo que ese otro (valorado por él) dice de él.
Por su parte, Maritchu Seitún explica que en ese caso “es muy difícil que su autoestima sea alta porque sabe que responde, actúa, se comporta, como se espera de él, y también sabe (más o menos conscientemente según el caso) que adentro de él hay otra parte de su identidad sin desarrollar, negada, reprimida, rechazada por él mismo por miedo a perder el amor o el reconocimiento de personas significativas para él".
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Según explican las expertas, “Es probable que, al crecer viva comparándose, midiéndose con otros e incluso se muestre resentido en algunas ocasiones”. Y relatan algunos ejemplos típicos de comparación: “¿Por qué le compraste un helado a mi hermana y a mí no?”, “siempre me retás a mí”, “vos la preferís a mi hermana porque…”, “si a mí me retás cuando te contesto mal, ¿por qué no lo retás a él?”, o “le compraste…”, “lo llevaste…”.
Aseguran que se trata de chicos que están permanentemente atentos, buscando pruebas de aquello que temen: que mamá prefiera a ese hermano o hermana. Esa sospecha, a su vez, irrita a la madre y termina agravando o confirmando el temor original. "Son chicos justicieros, que se comparan y compiten todo el tiempo… porque dudan de su valor", afirma Seitún.
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¿Qué fue lo que falló?
Según ellas, el proceso saludable consiste en pasar de una autoestima basada en la mirada de los padres a otra sustentada en la propia imagen de sí mismo.
Para favorecer este desarrollo, recomiendan reducir los juicios y las críticas en el hogar. “Se trata de estar atentos y aprender a decir las cosas de otra manera”, explican.
Y agregan que basta con seguir la sencilla regla propuesta por Dorothy Corkille Briggs en El niño feliz: evitar poner adjetivos a los hijos (“torpe”, “inútil”, “genio”, “prolijo”, “divina”, etc.), ya que incluso los calificativos positivos son también juicios. En cambio, es preferible hablar de sus acciones: “bajá con cuidado”, “¡qué rápido hacés las cuentas!”, “¡qué prolijo quedó tu escritorio!”.
De esta forma, aseguran, en lugar de juzgar, observamos y describimos. Hablamos de lo que hacen -una parte de ellos- y no de lo que son -su persona entera-. “Así seguimos educando para que se conviertan en individuos responsables, mientras les permitimos desplegar su identidad sin poner en riesgo su autoestima ni su imagen de sí mismos”, concluye Seitún.