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Apropiación cultural y patrimonio en disputa: de huaraches y huipiles al tango y el fileteado porteño

Ciudad de México.- El lanzamiento de unas sandalias negras por parte de Adidas y el diseñador Willy Chavarría desató en México algo ...

Apropiación cultural y patrimonio en disputa: de huaraches y huipiles al tango y el fileteado porteño

Ciudad de México.- El lanzamiento de unas sandalias negras por parte de Adidas y el diseñador Willy Chavarría desató en México algo ...

Ciudad de México.- El lanzamiento de unas sandalias negras por parte de Adidas y el diseñador Willy Chavarría desató en México algo más que una polémica estética: reavivó una discusión que atraviesa a todo el continente americano. ¿Dónde termina la inspiración y comienza la apropiación cultural cuando las grandes marcas toman los símbolos, técnicas y diseños de comunidades indígenas?

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Las Oaxaca slip-on, inspiradas en los huaraches tradicionales del pueblo zapoteca de Villa Hidalgo Yalálag, en Oaxaca, fueron condenadas por el gobierno mexicano como un caso de apropiación indebida. Chavarría pidió disculpas públicas “al pueblo de Oaxaca” y Adidas afirmó que reconocía la riqueza cultural de las comunidades indígenas. Pero el episodio no es aislado: forma parte de una larga serie de disputas entre empresas globales y pueblos originarios que han hecho de México —y de América Latina en su conjunto— un escenario central de la lucha por la salvaguarda del patrimonio cultural.

Marcadores de pertenencia

Para el Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas de México, el modelo de Adidas constituye “una apropiación cultural indebida” que vulneró derechos colectivos y leyes mexicanas. México denunció antes a marcas como Carolina Herrera, Rapsodia, Isabel Marant o Louis Vuitton por usar bordados y tejidos ancestrales sin permiso. En 2019, Marant fue acusada de reproducir bordados mixes de Santa María Tlahuitoltepec; la etnia Guna, de Panamá, también demandó a Nike por el uso no autorizado de la mola, símbolo textil tradicional.

Los textiles son un marcador de pertenencia de muchas comunidades, un saber transmitido por generación. Lo nuevo, explican autoridades mexicanas, es que ahora el Estado encabeza reclamos con herramientas legales. “Lo que resulta novedoso son los mecanismos que ha establecido el país para el reclamo y salvaguarda de su patrimonio identitario”, dijo a LA NACION Marina Núñez, subsecretaria de Cultura de gobierno de México. Desde 2023, la Ley Federal de Protección del Patrimonio Cultural reconoce a comunidades indígenas como sujetos plenos de derechos y establece un procedimiento formal de resarcimiento.

Ese proceso, detalló, comienza con una “carta de extrañamiento” a la empresa involucrada, en la que se pregunta si contó con autorización de la comunidad. A partir de allí se abre un diálogo, con un punto inamovible: “Si la comunidad no desea otorgar los derechos de reproducción —que pertenecen a los pueblos originarios—, dicha reproducción no puede hacerse”. La funcionaria subraya que también influye la imagen pública. “Hoy las empresas quieren ser vistas como socialmente responsables”, subrayó.

Apropiaciones y colaboraciones

La diferencia entre homenaje y apropiación indebida radica en la jerarquía y el beneficio. “Es indebida cuando se produce una alteración de jerarquías: quien hace la pieza artesanal queda excluido, y quien la usa obtiene un beneficio económico”, explicó a LA NACION la arqueóloga mexicana Marta Turok, experta en textiles tradicionales. Lo resumió así: “Lo vio, le gustó, lo tomó y lo mandó a hacer a China”.

Controversia como las de Adidas se inscriben en una disputa continental por el reconocimiento de saberes ancestrales. Con nuevas legislaciones y un cambio en la sensibilidad pública, las marcas enfrentan crecientes cuestionamientos éticos y legales. Ya no bastan las disculpas. Los ejemplos en México abundan: un punto de quiebre se dio en 2015, con el caso de la senadora Susana Harp, que identificó copias de huipiles mixes en una tienda de Marant en Las Vegas. El precio de venta era de 300 dólares, mientras que para la comunidad representaba un costo de 30 dólares. Allí comenzó un camino de reparación, con el reconocimiento para pueblos originarios de que “su identidad fue adquirida de manera colectiva”, explicó Turok.

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Para Rubén Tamayo, artesano de sarapes de Saltillo, el apoyo institucional es clave: “Yo no sabía que tenía un área jurídica que nos protegía”, dijo a LA NACION. Valoró la creación de Original, el movimiento de cultura permanente de la Secretaría de Cultura: “Si yo quiero hacer un acuerdo particular con una firma de moda, no puedo. Tengo que contar con el aval de mi comunidad. Me parece bien”.

Plagios, homenajes y un filete porteño en Nueva York

Los casos de apropiación cultural exceden la moda. Museos europeos exhiben piezas de civilizaciones milenarias sin probar adquisiciones legítimas, y casas de subastas ofrecen regularmente obras precolombinas.

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En Argentina, días atrás se desató una polémica por el filete porteño —Patrimonio Inmaterial de la Humanidad desde 2015— tras la publicación de la bloguera de moda neoyorquina Leandra Medine Cohen. Mostró en redes sociales una remera de la marca francesa Tresse con estampa de fileteado (que la marca también exhibe en Instagram). Luego de los comentarios negativos que recibió, subió un reel donde explicaba que descubrió que ningún artista argentino había sido contactado para la confección de ese estampado.

La ministra de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, Gabriela Ricardes, confirmó a LA NACION que “hay una investigación en curso” y calificó el hecho como “un claro ejemplo de apropiación cultural y violación de derechos de autor”. Recordó que el filete pertenece al colectivo de fileteadores y tiene autor identificado. “Un diseñador puede trabajar sobre la técnica del filete, pero aquí hablamos de una obra con autor explotada sin consentimiento. Por ello, consideramos fundamental proteger tanto a colectivos como a autores individuales”.

A diferencia del caso mexicano, el enfoque argentino es distinto. “El gobierno no realiza reclamos directos en nombre de los autores, ya que no puede sobreponerse a los derechos individuales de las personas. Su rol es el de mediador, acompañando dentro del marco legal vigente”.

Además, señala, si alguien externo aprendiera la técnica del filete y la utilizara dentro del colectivo, esto no se consideraría apropiación cultural, ya que la persona pasa a formar parte de la práctica y respeta su contexto. La diferencia radica en el caso de marcas que se apropian de un símbolo o saber para obtener beneficios comerciales sin consulta ni autorización.

En Buenos Aires, aunque no existe una normativa que prohíba explícitamente “apropiaciones culturales”, sí hay una normativa sólida que protege el fileteado porteño como patrimonio, tanto a nivel local (Ley 1941), como internacional (UNESCO, 2015), y “empodera a sus practicantes para defender su patrimonio frente a usos indebidos”.

Esas declaraciones patrimoniales ofrecen herramientas como visibilidad pública, derechos de autor y salvaguarda institucional. En bienes inmateriales como el tango, la situación es compleja. “Nos sentimos orgullosos de que prácticas como el tango hayan alcanzado reconocimiento global, aunque su interpretación en otros contextos no sea la original”, dijo Ricardes, quien recordó la célebre escena de Perfume de mujer, con Al Pacino. Por ello, señala la ministra porteña, a veces “existen colisiones de derechos”, como los del filme: “El tango es patrimonio de la humanidad, también tiene un autor —aunque el baile no—, y hay un coreógrafo que firma y un tema cuyos derechos fueron pagados. Pero hay una apropiación porque nosotros no lo bailamos así”.

El panorama actual pareciera sugerir que escuchar a la duda y la prudencia, y obrar de buena fe, conducirían a dos buenas prácticas concretas aunque intangibles: pedir permiso o disculpas. Infrecuencias de estos tiempos.

Fuente: https://www.lanacion.com.ar/cultura/apropiacion-cultural-y-patrimonio-en-disputa-de-huaraches-y-huipiles-al-tango-y-el-fileteado-porteno-nid22082025/

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