“Aprendí a reinventarme”. Fue modelo de Ricardo Piñeiro, se abrió camino en el periodismo deportivo siendo mujer y un día se alejó de la TV
Un aviso clasificado del diario cambió radicalmente su vida. Viviana Semienchuk (55) tenía 25 años y una energía arrolladora de querer conquistar el mundo. “Yo venía de Salto, un pueblo de B...
Un aviso clasificado del diario cambió radicalmente su vida. Viviana Semienchuk (55) tenía 25 años y una energía arrolladora de querer conquistar el mundo. “Yo venía de Salto, un pueblo de Buenos Aires. Había trabajado como modelo, pero siempre había querido ser periodista. De caradura que soy me animé y me presenté al casting. Eso marcó el principio de todo lo que vino después”, dice la conocida conductora mientras revive el momento en que quedó seleccionada para el ciclo Fuera de juego de Tyc Sports, junto a Matías Martin, en 1995. A partir de entonces construyó su propio nombre dentro del periodismo deportivo; de hecho, fue una de las primeras mujeres en hacerse un lugar para hablar de fútbol. Después, llegó la pausa sin previo aviso. “Venía de trabajar casi veinte años. Cuando me fui de la señal de Fox tuve que reinventarme. No me rindo fácilmente, así que me formé en pedagogía y empecé a dar clases de oratoria”, cuenta Semienchuk, quien tras estar diez años alejada de la pantalla, volvió a la televisión en el ciclo de María Belén Ludueña, Mujeres argentinas. En pareja desde hace tres años con el fotógrafo Gerardo Mariani, Viviana abre su corazón y cuenta cómo vive esta nueva etapa junto a sus tres hijos, Sol (24), Santiago (21) y Salvador (16), frutos de su matrimonio de veinte años con Daniel Rodino.
–¿Por qué la pausa de la tele?
–Cuando dejé Fox para cambiar y para hacer algo que realmente me apasionara, todas las ofertas que me llegaron eran vinculadas con lo deportivo. Yo no me había ido de la tele para no volver más, me había ido de Fox. Me acuerdo que pensé: “Si soy buena haciendo algo que no me interesa tanto, tal vez puedo comunicar sobre lo que sí me apasiona –información general, política, economía, sociedad– y lograr muchas más cosas”. Pero pasó que las ofertas dejaron de venir y todo lo que yo había planeado no se estaba dando. A los 47 años tuve que volver a empezar.
–¿Cuál era tu plan?
–Yo soy periodista, quería comunicar, informar. Soñaba con estar en un noticiero contando noticias que no fueran deportivas. Pasó un año y no había conseguido nada. Y la tele, con la edad, tampoco es generosa. Está esa obsesión de lucir siempre bien. Un hombre en la tele puede ser gordito, puede tener acné, puede ser feo, pero la mujer siempre tiene que estar espléndida. Me acuerdo que tenía pesadillas de que iba al noticiero y el programa había arrancado sin mí.
–El miedo a que la televisión te olvide y siga sin vos...
–Totalmente. En un momento pensé: “Ya está, me dedico a la enseñanza, que también me gusta”. Empecé a trabajar con las redes sociales y la fui remando. Hasta que un día dije: “Basta. ¿Por qué me voy a dar por vencida? Voy a seguir intentando”.
–¿Es verdad que cuando entraste a Fuera de juego no sabías nada de fútbol?
–Nada. Aprendí el deporte desde cero. Veía Fútbol de primera, todos los partidos. Leía todos los suplementos y tenía un encargado amigo que me daba gratis todas las revistas de deportes. Siempre fui muy respetuosa con la información, no tiraba cualquier verdura.
–Debe haber sido un desafío que te tomaran en serio en un ambiente dominado por hombres…
–Uff, ni hablar de bancarme chistes machistas. Pero ojo, la gente enseguida me tomó en serio. Con mis colegas fue mucho más complicado; les parecía difícil aceptar que una mujer supiera de fútbol. Y yo siempre decía lo mismo: “Ok, no sé jugar, nunca toqué una pelota, pero lo que tengo que hacer en este programa es informar. Y tengo toda la formación para hacerlo”.
–¿Ganaste el respeto de tus colegas?
–Creo que sí. Me gané la aceptación no sólo de mis colegas, sino también de los productores y de todas las personas que trabajaban conmigo fuera de cámara. A mí jamás me dijeron “Andá a lavar los platos”.
–¿Cómo fue volver a la televisión después de diez años?
–Fue genial. Me di cuenta de que me siento muy confortable en un estudio, no me da miedo de equivocarme o que me pase algo. Fue muy loco porque cuando comenzó el programa, sentí que estaba en casa, como si nunca hubiese dejado la tele.
–¿Qué recordás de tus épocas de modelo?
–Trabajé dos años de modelo con Ricardo Piñeiro. Un amigo mío me alentó a presentarme en el edificio donde estaban en un piso Dotto y en otro Piñeiro. Le toqué el timbre primero a Ricardo. En ese momento llevaba el pelo bien corto… En esa época todavía ni Araceli González, ni Carolina Peleritti lo usaban así. Le llamó la atención y al poco tiempo firmamos contrato. Gracias a ese trabajo me fui a vivir a Japón cuatro meses, una gran experiencia.
–En plena pandemia cumpliste 50, te separaste y tu carrera dio un giro inesperado. ¿Cómo viviste esos cambios?
–Fue estresante. Empecé a darme cuenta de lo que era no dormir, porque no solamente era el estrés de reiniciar tu familia, de ser “nosotros” sin el padre; también era intentar ser yo sin mi trabajo de 20 años; cómo era tratar de llegar a fin de mes con lo que se me ofrecía...
–¿Fue un cimbronazo?
–Todo lo que había planeado a los 50 no sólo no había salido, sino que estaba en la vereda opuesta. Era salir a pelearla otra vez, bancarte cosas que no estabas acostumbrada. Y también era volver a empezar desde lo emocional, a querer sentirme emocionalmente contenida otra vez, sentirme deseada, ser Viviana más allá de mi rol de madre.
–¿La separación tuvo que ver con esa necesidad de cambio?
–En parte sí. Yo quería para mi vida una relación donde me siguiera sintiendo enamorada y acompañada. El papá de mis hijos es un amor de persona, lo elegí, estuvimos juntos veinte años, pero ya no íbamos por el mismo camino, no teníamos el mismo proyecto. En un momento me pregunté: “¿Por qué conformarnos? Me quedan treinta años más de vida, los quiero disfrutar. No quiero estar cómoda”.
–¿Cómo es el amor a los 50?
–Creo que tanto él como yo tenemos muy claro qué es lo que queremos y qué no. Y eso está muy bueno. Hoy disfrutamos lo que podemos compartir juntos. Estoy en una etapa en la que necesito un compañero, alguien con quien reír, con quien compartir mi vida.
–¿Conviven?
–No, mis hijos viven en casa conmigo, no me parece que sea el momento. Capaz que dentro de un año los dos decimos “Bueno, dale, vayamos juntos y empecemos este proyecto”. Hoy con Gerardo estamos respetando mucho los tiempos del otro. Vamos paso a paso.
Pelo y maquillaje: Joaquina Espínola