Abel Pintos festejó sus 30 años en la música con un show tan extenso como emotivo
Abel Pintos 30 años. Actuación de Abel Pintos (voz, guitarra). Con: Ariel Pintos (guitarra producción musical), Marcelo Predacino (guitarra, producción musical), Fredy Hernández (teclados), Da...
Abel Pintos 30 años. Actuación de Abel Pintos (voz, guitarra). Con: Ariel Pintos (guitarra producción musical), Marcelo Predacino (guitarra, producción musical), Fredy Hernández (teclados), Dani Castro (bajo), Colo Belmonte (batería y percusión), Julio Flores (acordeón), Víctor Carrión (saxo y flauta), Ramiro Lesbergueris (trompeta), Patricio Villarejo (cello, arreglos de cuerdas), Andrés Hojman (viola), Pablo Aznárez (primer violín) y Kevin Naranjo (segundo violín). Lugar: Ciudad Universitaria. Nuestra opinión: Muy bueno.
Aunque su biografía dice que lo descubrió Raúl Lavié siendo aún más pequeño, su primer espaldarazo importante lo recibió cuando un periodista musical muy reconocido y un productor artístico/discográfico supieron de él y decidieron darle un empujón. Lo trajeron a Buenos Aires desde la ciudad de Ingeniero White donde vivía, lo acompañaron en la grabación de su primer disco –Para cantar he nacido, de 1997- y con apenas 13 años, lo acercaron a León Gieco, que lo apadrinó en aquellos comienzos y lo hizo salir sin paradas al ruedo grande.
Por esa época, le tocaba “competir” en mundo del folklore con una Soledad Pastorutti que ya estaba haciendo ruido y con el lujanense Luciano Pereyra, en ese subrrubro que fuera el muy exitoso folklore juvenil de los 90.
Han pasado 30 años desde que aquel niño nacido en Bahía Blanca empezara a subirse a los escenarios, y 28 desde su disco debut. Pero han pasado además muchísimas otras cosas en lo artístico que, paradójicamente o no tanto atraviesan también a sus colegas mencionados, todos los cuales dejaron hace rato de ser niños; y folkloristas.
Con su registro agudo y un repertorio clásico de festivales nativistas, Abel empezó a hacerse conocido con el sello que le imponía su admiración por Mercedes Sosa. Y así, quedó asociado en repertorios y escenarios del país con artistas como Teresa Parodi, Peteco Carabajal, Horacio Banegas, Raúl Carnota, Carlos Carabajal y unos cuantos más. Y hasta ganó su primer Gardel precisamente como artista de folklore.
Pero el tiempo corrió y Abel fue inclinándose hacia otras músicas, por placer o por necesidad de ampliar su convocatoria. Se fue haciendo progresivamente pop, romántico, internacionalizado. Su público creció exponencialmente y se hizo muchísimo más femenino. Su capacidad de vender tickets creció hasta este presente en el que parece no tener techo, ni de espacio ni de lugar ni de región del país. Y en esa amplia parábola, acaba de recibir un Konex de Platino como artista melódico/romántico hace muy pocos días.
En este punto nos encontramos hoy. Frente a un enorme espacio al aire libre en la Ciudad Universitaria que se usa muy poco para este tipo de espectáculos que se llenó sin inconvenientes: 20.000 personas acudieron a la cita. Con un artista que creció en el dominio de la escena y que -en eso no ha cambiado nada- pone todo en cada espectáculo, también con una banda grande y profesional y una puesta de pantallas digna de un show internacional de primer nivel. Un Pintos respaldado por un grupo que tiene solistas destacados y los puntales en su hermano Ariel y en Marcelo Predacino en las guitarras y la producción -para la que él también se suma-; en el cellista Patricio Villarejo como responsable de los arreglos de un cuarteto de cuerdas, para un grupo que también incluye saxo, trompeta y aerófonos autóctonos sobre la base de una banda pop.
Y aunque el repertorio, extenso, generoso, con más de una treintena de canciones, tuvo para todos los gustos y con muchos hits de diferentes tiempos, lo folklórico fue lo menos presente. A gusto de este cronista, el mejor momento de este larguísimo concierto llegó con el lejano recuerdo de “Para cantar he nacido”, la chacarera de Bebe Ponti y Horacio Banegas que abría su primer álbum. Abel Pintos sigue siendo un tremendo cantante en ese género y, aunque los números y la locura de sus fans que no dejan de cantar con él y de corear y bailar cada una de sus canciones digan lo contrario, con esa música logra una personalidad que quizá se diluye en la marea internacionalizada. Y muy feliz debería estar también, por ejemplo, Víctor Heredia con la versión que el bahiense entregó de “Ojos de cielo”.
View this post on InstagramPero la fiesta, esa que lleva a sus chicas a cualquier lugar, está en esas canciones de amor y desamor, en esos repertorios que musicalmente pasean por el pop latino y la canción “melódico-romántica”. La fiesta está en el cuarteto, a ratos con toquecitos locales en lo rítmico, aunque bastante diluidos, y con una puesta que apunta siempre al centro del escenario, a los gestos de su cara, al movimiento dancístico de sus manos, a su vestuario sobrio pero cuidadísimo, a su sonrisa amorosa y familiera.
Muy raramente, la banda asoma por pantalla. Eventualmente en algún solo pero no mucho más. Lo que importa y lo que conmueve hasta el éxtasis a la multitud es él: su voz siempre impecable, sus agudos inconfundibles, su sabiduría sobre el escenario -un arte que traía en la sangre y que mejoró a fuerza de recorrer kilómetros-, su enorme seducción y un repertorio que casi sin sabor local apunta directamente a los corazones de los públicos de todo el mundo latino.
Así es el presente de Abel Pintos. Sin techo, sin límite, sin espacio que le quede grande. En lo artístico, algunos extrañamos un poquito a aquel folklórico del lejano pasado, pero son muchísimos más lo que prefieren las cosas tal como han sucedido. Aunque habrá un regalo folklórico para quienes gusten de ese Abel con su versión de la “Misa criolla” de Ariel Ramírez este lunes 8 en ese mismo escenario, con la conducción de Lito Vitale y la presencia de Nahuel Pennisi, Maggie Cullen y algunos otros.