A los 19 años, separada de su pareja y con un bebé, perdió la fe en encontrar el amor: ¿podría alguien demostrarle lo contrario?
Cuando Antonella tenía 18 años estaba en pareja con un compañero de la facultad, a punto de cumplir los 19 años se enteró de que estaba embarazada y dejó sus estudios para poder trabajar y so...
Cuando Antonella tenía 18 años estaba en pareja con un compañero de la facultad, a punto de cumplir los 19 años se enteró de que estaba embarazada y dejó sus estudios para poder trabajar y solventar los gastos que implicaban la llegada de un niño y una relación violenta de pareja. El ideal de familia estaba lejos de lo imaginado y sentía que nunca lo tendría.
En búsqueda de la felicidadDurante el juvenil embarazo y los primeros cinco meses del niño, Antonella se vio envuelta en una relación de violencia y en una vida que describe con un solo adjetivo: terrible. Atravesó situaciones que quedaron en el pasado, y que expresamente ella decidió dejar allí. Sus próximos pasos transitarían un camino mejor.
Así, tras la separación se dispuso a dedicar su vida a ser feliz junto a su hijo varón. Faltaban pocos días para que el primogénito cumpliera los dos años y su cabeza estaba ocupada en los preparativos del festejo. Pero una amiga le insistió en salir una noche, consciente de que le haría bien despejar un poco la mente, cambiar de aire, reírse y bailar un rato. Sin muchas ganas Antonella aceptó.
Era el 28 de agosto de 2015, parecía ser un día más en el calendario, pero luego sería recordado con su fecha exacta a lo largo de la historia.
Copa tras copaPablo tenía 29 años, estaba soltero y vivía en la comodidad de la casa de sus padres, y también decidió aquella noche ir a la fiesta.
Se podría decir que en esa fiesta se conocieron Pablo y Antonella, pero lo cierto de la historia es que los dos estaban pasados de copas y se conocieron lo que pueden conocerse dos personas en ese estado, que no es mucho realmente. Pero el alcohol no impidió el intercambio de teléfonos y la promesa de verse al día siguiente.
Fue Pablo quien tomó la iniciativa y mandó un mensaje a aquella chica que lo había deslumbrado la noche anterior y que en esa tarde del 29 de agosto lo volvió a deslumbrar bajo la luz del sol, mientras ella lavaba su auto y esta vez compartían un mate. Ya no había copas de por medio para ninguna excusa: sellaron aquel momento con un beso y las ganas de volver a verse. Aunque la vida les tenía preparadas muchas cosas más.
“No era una relación formal, no tenía tiempo”A las pocas semanas falleció la madre de Pablo, mientras atravesaba su duelo, Antonella lo acompañaba en lo que podía, se veían ocasionalmente, sin ninguna propuesta formal de ninguno de los dos lados. Se juntaban a tomar unos mates, dar una vuelta, salían a bailar. “No era una relación formal ni nada, yo tenía a mi hijo, mi trabajo, no tenía tiempo”, recuerda Antonella.
Pero los tiempos del amor son tranquilos, algunas relaciones no necesitan apurarse, la semilla crece con paciencia, en cada encuentro, sin que siquiera se vayan dando cuenta los involucrados.
Y así fueron conociéndose un poco más en cada encuentro durante casi un año. En esa relación de mutua ayuda que tenían, Pablo la ayudó a Antonella a buscar un lugar donde vivir. “Yo tenía que mudarme porque mi hijo es muy alérgico y en la casa donde estábamos había mucha humedad”, explica Antonella. Fue esa búsqueda de un nuevo hogar la semilla que hizo florecer todo.
“Si estoy con vos es para siempre”Una noche de agotamiento Antonella sentía que no podía más: buscar casa, juntar plata, mudarse, la crianza, se sentía sobrepasada. Pablo, que la acompañaba y escuchaba le propuso que él comenzara a pasar más con su hijo. En aquel año se habían visto como máximo 10 veces, es que a Antonella no le gustaba la idea de presentar a una pareja a su niño, no podría soportar la idea de que se encariñara y luego sufriera.
Por ese motivo Antonella se negó, no estaba segura de la relación que tenía con Pablo, no sabía si se tomaba las cosas en serio, sentía mucho miedo.
Pero Pablo la miró, y con la seriedad y sinceridad del corazón le dijo: “Yo si estoy con vos es para siempre”. Y esa noche dieron comienzo a un noviazgo formal.
Si bien Pablo y Antonella habían crecido en el mismo barrio, a una cuadra y media de distancia, nunca se habían visto. Pero ahora, en este encuentro adulto, encontraron un departamento para comenzar su nueva etapa de la vida en el mismo barrio donde habían crecido, a pocas cuadras de sus respectivas casas. Bastó con que Antonella consiguiera un departamento que le gustara para que Pablo, con naturalidad le dijera que si ella quería él también se mudaba, ella aceptó la propuesta y nunca más se separaron.
Hoy tienen una casa propia, forman una hermosa familia de cuatro con la llegada de una hija y planean comprar un campo para que sus hijos vivan rodeados de naturaleza y ahí sí cumplir el sueño de dar el “sí, quiero”, en su campo.
“Pablo fue la persona que me sacó del “hundido”, me emociona contarlo pero fue realmente la persona que me dijo que valía la pena formar una familia, yo nunca he conocido una persona más leal que Pablo, es el amor de mi vida, realmente”, concluye Antonella con la voz entrecortada de la emoción que provoca el saber que estás viviendo el amor verdadero.
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