A 50 años de la muerte de Franco, crece el atractivo del dictador español entre jóvenes y se enciende la alarma política
Esta semana, un visitante de la tumba del dictador español Francisco Franco llevó una maleta de camuflaje con flores de plástico y banderas para un altar con estandartes y bustos, coronas y cruc...
Esta semana, un visitante de la tumba del dictador español Francisco Franco llevó una maleta de camuflaje con flores de plástico y banderas para un altar con estandartes y bustos, coronas y cruces.
“Me gustaría que volviera el régimen”, dijo José Luis Ortiz, de 50 años, quien nació semanas después de la muerte de Franco y aprovechó unas vacaciones de su trabajo como conserje en la costa este de España para ocuparse de la cripta de Franco a las afueras de Madrid. Simpatizante de la Falange Española, un partido fascista, Ortiz habló de los días de gloria dictatorial y de “todo lo que Franco dio a los españoles”.
Este jueves se cumple el aniversario número 50 de la muerte de Franco, quien ya lleva más tiempo difunto que los 39 años que gobernó como el generalísimo al frente de la dictadura militar española. En 1936, Franco, aliado de Mussolini y Hitler, dio un golpe militar que se convirtió en una sangrienta guerra civil que se extendió tres años y en la que las fuerzas apoyadas por los comunistas fueron derrotadas y Franco inició una autocracia de cuatro décadas. Durante ese tiempo, suprimió la libertad de expresión, encarceló a disidentes y reprimió a las minorías lingüísticas y culturales del país, al tiempo que complacía a sus partidarios al mejorar la infraestructura del país y la economía.
Desde la muerte de Franco, su legado ha sido cuestionado encarnizadamente por la izquierda, la derecha y todos los sectores entre ellos. Pero en lugar de desvanecerse, ese debate se ha intensificado recientemente, a medida que los jóvenes conservadores, muchos de los cuales apoyan a un partido de extrema derecha en ascenso en España, se unen a los llamados para recobrar la imagen del dictador.
En los últimos días, el país se ha estado debatiendo con una encuesta nacional que muestra que el 20% de los jóvenes españoles tienen una visión positiva de la dictadura franquista. Los canales de las redes sociales de los jóvenes votantes rebosan de contenido franquista.
El gobierno de izquierda del presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, ha respondido con “España en libertad”, una campaña que coincide con el aniversario e insta a los españoles a apreciar todas sus libertades. El Ministerio de Política Territorial y Memoria Democrática del gobierno, responsable de reconocer y abordar el legado de la dictadura franquista, celebrará actos y conversaciones y repartirá camisetas que promuevan la libertad de expresión, incluso en el caso de opiniones desagradables.
La campaña también ofrecerá lecciones a personalidades de las redes sociales con la idea de que se desmitifique al dictador, lo que los responsables reconocen que puede ser un objetivo más urgente. Están poniendo en contacto a podcasteros con personas que sufrieron el franquismo y lanzarán un cómic sobre el régimen franquista para niños de colegio. Incluso han hablado de un juego de sala de escape que evocaría la vida bajo la dictadura. Una aplicación de juego llamada “Matar la democracia” está en camino.
“Cuando sabes lo que es una dictadura, puedes apreciar realmente lo que tienes ahora”, dijo Carmina Gustrán, historiadora que dirige la campaña del ministerio. Dijo que los esfuerzos se referían más a la transición posfranquista a la democracia que al régimen de Franco, pero que también servían para recordar “por qué no queremos volver a eso”.
La oposición conservadora del país ignora la campaña del gobierno o ha expresado su indignación por la iniciativa. Algunos han calificado el programa de “necrofilia absurda” o de “cortina de humo” de la izquierda para promover una agenda woke que los críticos consideran autocrática. Entre los jóvenes conservadores del país, algunos ven ahora un atractivo antisistema en reivindicar a un dictador que, según ellos, recibió una mala reputación.
“Hizo cosas muy buenas por España”, dijo José Luis Revuelta, de 25 años, en un bullicioso bar de Madrid, mientras compraba cervezas para sus amigos. Enumeraron logros franquistas: carreteras, vivienda, valores familiares, lagos artificiales. Revuelta y sus amigos, todos simpatizantes de Vox, el partido de extrema derecha, dijeron que sus abuelos les habían enseñado: “Con Franco se vivía mejor. Todos”.
En una cafetería popular entre los jóvenes profesionales conservadores de una zona acomodada de Madrid, Álvaro Valderrabano, de 22 años, estudiante de ingeniería aeroespacial, dijo que para los jóvenes que se enfrentan al desempleo juvenil generalizado y a la incertidumbre, Franco representaba “estabilidad y oportunidad”.
Su novia, Alejandra Echarri, de 22 años, es estudiante de derecho y administración y dirección de empresas. Dijo que a los jóvenes, incluidos quienes apoyaban a Franco, les molestaba lo que ella consideraba como una extralimitación progresista y censura, y que se sentían parte de un contramovimiento a la derecha.
Esta tendencia no se limita a España, y preocupa a los liberales acostumbrados a contar con el apoyo de los jóvenes. A los defensores de la democracia también les horroriza ver una mayor nostalgia del autoritarismo.
“Lo mejor que se puede hacer con el pasado, empezando por el pasado más tenebroso, es intentar entenderlo”, escribió Javier Cercas, destacado novelista español y columnista de una serie especial del diario El País sobre los 50 años de la muerte de Franco. “Esa es la única forma conocida de poder dominarlo y de impedir que sea él quien nos domine a nosotros, obligándonos a repetir una y otra vez los mismos errores”.
Pero en España, la nostalgia por Franco nunca llegó a desaparecer. La necesidad de compromiso tras la muerte de Franco dejó a muchos de sus seguidores en posiciones de poder, especialmente en la policía, el ejército y el sector bancario. Durante décadas, los dirigentes democráticos españoles se mostraron reacios a abrir las fosas comunes de los opositores a Franco que fueron asesinados durante la guerra civil y la dictadura. Gustrán, la funcionaria del gobierno, lamentó que los gobiernos políticos de izquierda de las décadas de 1980 y 1990, tan deseosos de incorporarse a la Unión Europea como un Estado moderno, no quisieran mirar al pasado y afrontar la historia de Franco.
Pero dijo que, además de intentar equilibrar las opiniones en internet, el gobierno actual estaba explorando opciones fuera de la red. Los funcionarios del ministerio están explorando la posibilidad de la sala de escape de la época franquista, en la que un jugador intentaría localizar a un amigo activo en movimientos prodemocráticos “y llegar hasta él antes de que lo haga la policía”. También está una aplicación de juego para celulares en la que los jugadores intentan socavar la democracia censurando a los periodistas, manipulando los tribunales o encarcelando a los opositores. El objetivo, dijo, era demostrar la tenue naturaleza de la libertad, aunque admitió que existía el riesgo de que algunos aprendieran demasiado la lección. Dijo que al principio se preguntó: “¿Les estamos dando ideas?”.
Pero algunos españoles no necesitaban eso. Los seguidores franquistas de extrema derecha visitan bares y restaurantes de temática franquista por todo el país. En uno de esos bares de Madrid, las botellas de vino y las mesas adornadas con el rostro del dictador están debajo de paredes empapeladas con eslóganes de extrema derecha y de supremacía blanca, incluido uno en el que se lee “Adolf Hitler tenía razón”.
A pesar de todos los partidarios que intentan rehabilitar la reputación de Franco, el dictador no ha descansado precisamente en paz en los últimos años.
En 2019, Sánchez exhumó los restos de Franco del Valle de los Caídos, un imponente mausoleo que el dictador construyó durante 18 años en una montaña coronada por la cruz más grande del mundo. Los guardias de seguridad del interior de la enorme basílica de la montaña se han cansado de señalar dónde se encontraba, detrás del altar, la tumba del dictador. Pero el monumento aún alberga más de 33.000 cadáveres, muchos de ellos de soldados franquistas, así como las tumbas sin nombre de quienes ellos mataron, y prisioneros de guerra que murieron construyendo el mausoleo.
Los conservadores consideraron la exhumación de Franco como un intento de Sánchez, a quien detestan, de abrir heridas para obtener beneficios políticos.
“Una profanación”, dijo Belén Roa, de 64 años, tras almorzar con amigas, entre ellas una duquesa, en un restaurante cercano a la antigua tumba de Franco. Culpó a Sánchez y a los masones, pero dijo que la buena noticia era que “los jóvenes están despertando” ante lo que calificó como esfuerzos del gobierno para “borrar el pasado”.
De vuelta a la tumba real de Franco, Ortiz, el conserje, pasó a barrer las tumbas de otros destacados miembros del régimen franquista, incluido un posible sucesor asesinado por separatistas vascos. Esperaba con impaciencia un pequeño acto conmemorativo al dictador que se celebrará en la tumba el jueves.
“Si Franco hubiera vivido otros 50 años”, dijo, “habría sido mejor”.
Pero, aunque los guerreros de las guerras culturales y los políticos discutan sobre la memoria de Franco, la realidad para muchos españoles es que es un hecho histórico, aunque cada vez más olvidado. Para ellos, el aniversario y los planes del gobierno son, como mucho, periféricos.
“No significa nada para mí”, dijo Manuel Paredes, ingeniero de 62 años, quien hizo una pausa en su paseo en bicicleta por el parque circundante para tomarse un respiro, rellenar su botella de agua y comerse un plátano en un muro de la tumba del dictador.
“Estoy aquí”, dijo Paredes, “por la fuente de agua”.